Una Revelacion Divina
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Después
de treinta noches de experimentar las profundidades del infierno, a Mary
Baxter le fueron mostradas algunas regiones del Cielo. He aquí una
descripción de la belleza deslumbrante y del gozo que le espera a
cada creyente en Jesucristo. |
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Gracias a
Vilma Neumann por traducír el texto en Español |
Indice
Prefacio
Introducción
1. Dentro de las puertas
2. El trono de Dios
3. Antes, ahora, y después
4. Graneros del cielo
5. Orden en el cielo
6. Lo que les sucede a los niños
7. Adoración alrededor del trono
8. Seres santos en el cielo
9. Las glorias del cielo
1O. Visiones de ángeles mientras trabajan
11 . La Palabra de Dios
12. Viene un mundo nuevo
13. El regreso de Jesucristo
14. Súplica final del Señor: “Estén preparados”
Los escritos inspirados de Mary Kathryn Baxter han sido ungidos por Dios, y han bendecido a cientos de miles de personas. Creo que es de suma importancia difundir ampliamente el mensaje que Dios le ha dado. Ella comparte estas experiencias en cientos de iglesias cada año, y ahora las ha puesto en for ma de libro.
Su obra anterior, "Una revelación divina del infierno" ha sido particularmente utilizada por Dios para dar el mensaje eterno de salvación a los perdidos y ha sido ampliamente recibida con entusiasmo por gente de todo el mundo, habiendo sido impresa en muchos paí ses y en diversos idiomas. Más de medio millón de ejmplares han sido vendidos hasta la fecha. Estoy convencido de que este nuevo libro, "Una revelación divina del cielo", tendrá un éxito aun mayor.
Como pastor de Mary Kathryn Baxter durante varios años, la conozco personalmente y respaldo plenamente su ministerio. Dios ha puesto su aprobación sobre su trabajo al ungir su ministerio y darle una aceptación tan amplia a este mensaje.
Este libro es el resultado de muchas oraciones, lágrimas y arduo trabajo. Le pido al Señor que a través de la distribución de este libro muchas almas lleguen a conocer a Jesucristo y que se preparen para pasar la eternidad en el cielo!
—T. L. Lowery, Ph.D.
El presente libro es una narración de varias experiencias genuinas que he tenido con Dios. No se trata de la obra de mi imaginación hiperactiva o del sueño de alguien con anhelos de algo mejor de lo que esta vida puede ofrecer.
El cielo es una realidad y las experiencias que describo en este libro las he narrado tal y como me sucedieron a mí. No ví todo lo que hay que ver en el cielo, pues necesitaría la eternidad para hacerlo. No cuento todo lo que allí ví, del mismo modo que tampoco lo hizo el apóstol Pablo (véase 2 Corintios 12:1-4). No obstante, relato todo lo que Dios me ha dicho que comparta.
Quiero honrar especialmente y agradecer a mi pastor, el Rdo. Dr. T. L. Lowery, y a su bella esposa, Mildred, por su apoyo, aliento y valiosa contribución a este esfuerzo. También deseo expresar mi agradecimiento sincero a la plantilla de la Iglesia de Dios Nacional y al Rdo. Marcus V. Hand por su orientación editorial con respecto a este libro. Además, reconozco con agradecimiento y doy el debido crédito a todos los de Whitaker House en New Kensington, Pennsylvania,quienes han contribuído en diferentes formas para lograr que tanto "Una revelación divina del infierno ", como "Una revelación divina del cielo" sean asequibles al público lector.
Estoy agradecida a Dios de que me haya llamado para compartir este mensaje. Le agradezco que me haya fortalecido y que me haya alentado en mi ministerio, el cual es una vocación divina. ¡Que Dios los bendiga a todos ustedes!
—Mary K. Baxter
Mensaje de Jesús a Kathryn
“Tu has nacido con este propósito, el de escribir y relatar lo que te he mostrado y lo que te he dicho, porque estas cosas son fieles y verdaderas. "Tu llamamiento es hacer saber al mundo que hay un cielo y que hay un infierno y que yo, Jesús fui enviado por el Padre para salvarlos del tormento y prepararles un lugar en el cielo.”
Dentro del las puertas
Dios en su misericordia y gracia infinitas, me permitió ir a ese hermoso lugar llamado “cielo”. La logística de mi viaje a su morada y de mi regreso a la tierra me resulta poco clara, pero no me puedo equivocar en cuanto a la realidad de lo que me sucedió.
¿Cómo fueron reveladas las maravillas incomparables del cielo a una simple mortal como yo? Permítanme comenzar con el principio.
Una noche el Señor se me apareció y me dijo que me había elegido para una misión especial. Me dijo: “Hija mía, yo me manifestaré a tí a fín de trasladar a las personas de las tinieblas a la luz. Te he elegido con un propósito: tienes que escribir y hacer un registro de las cosas que te mostraré y te diré.”
Me sometí completamente a Dios y comenzaron a suceder cosas asombrosas. Fui tomada de donde estaba en ese momento y trasportada al mismo infierno. Tenía el uso de mis cinco sentidos, podía ver, palpar, oír, oler y gustar. No obstante, se trataba de un acontecimiento sobrenatural. Me daba cuenta de que el impacto que hacía en mí tenía una finalidad.
Durante días, después de haber sido yo llevada por el Señor al infierno, estuve muy dolida en mi alma. Mi corazón estaba triste y apesadumbrado debido a los horrores que había presenciado. Había visto el juicio de Dios sobre el pecado y sobre la gente que había ido al infierno. Yo oraba encarecidamente a Dios y procuraba su consuelo.
Después de 31 días de haber empezado estos sucesos, el poder del Dios omnipotente volvió a caer sobre mí. A las dos de la mañana, un vigoroso ángel se presentó junto a mi cama. Jesucristo se hallaba de pie detrás de aquel ángel. Al mirar yo el rostro del Señor, vi que me sonreía pero no me decía nada.
El poderoso mensajero de Dios me dijo: “Dios me ha dado una misión especial. He sido enviado acá para llevarte al cielo y mostrarte parte de este.”
Volvió a hablar después de un rato: “ y mira la gloria de Dios!”
Enseguida, y de forma sobrenatural, fui trasportada de mi casa y me hallé parada junto al ángel celestial frente a una de las puertas del cielo.
¡La abrumadora belleza de lo que veía a mí alrededor era fascinante! La ropa del ser celestial parecía una vestidura resplandeciente de luz. El ángel tenía alas triangulares que relucían con los colores del arco iris. Aunque yo no estaba sorprendida, sí quedé asombrada por la hermosura indescriptible de Dios que era evidente por todas partes.
Acto seguido, el ángel repitió una exclamación que yo oiría muchas veces: “ la gloria de Dios!”
La magnífica puerta que estaba ante mí en su es plendor estaba hecha de una perla sólida.
Con admiración contemplé todo lo que pude de ese hermoso panorama. Hasta ese punto, no había visto al Señor por ninguna parte, mas me hallaba totalmente extasiada por la gloria del cielo.
Cuando llegamos allí, dos ángeles de gran estatura estaban fuera de la puerta. Ambos llevaban vestiduras relucientes y tenían una espada en la mano. La cabellera de ellos era como de hilos de oro y sus rostros resplandecían.
El ángel que me acompañaba se apartó para hablar con los dos ángeles que vigilaban la puerta y me dejó sola. Con asombro pensé: “ qué gloriosas son las puertas del cielo! ¡Qué maravilloso es poder ver esto personalmente!”
De repente, me di cuenta de que iba a entrar realmente en el cielo.
Al mirar a los ángeles del Señor, pude oír parte de la conversación que sostenían. Uno de ellos entró por la puerta y regresó casi de inmediato con un pequeño volumen. El libro tenía una cubierta de oro, y lo que estaba impreso adentro también era de oro. Parecía que era un libro con la historia de mi vida. Mi nombre estaba
estampado en la cubierta: Mary Kathryn Baxter
En el rostro de los ángeles se esbozó una sonrisa de aprobación. Abrieron el libro, se miraron y entonces dijeron con una voz que pude oír: “Ella puede entrar por la puerta.”
Mi ángel guía me escoltó a través de la magnífica puerta y entré en el cielo.
De pronto, todo el ambiente se llenó de música. Me sentí rodeada por ella. Estaba por encima de mí. Parecía como si penetrara todo mi ser. Una poderosa ola tras otra de hermosa música y cantos bañaban el paisaje y parecía que lo envolvían todo y a todos.
El asombro volvió a dejarme sin aliento cuando entré en la ciudad. El paisaje de esa ncomparable ciudad estaba más allá de la descripción. A mi alrededor se hallaban las flores más bonitas y coloridas que yo jamás había visto.
Por todas partes había un verdor y vegetación increíbles. Incluso las flores de las plantas parecían reaccionar a la música y al canto.
La música continuaba girando alrededor mío. Parecía como si yo formara parte de aquello.
Una cosa es intentar describir las maravillas de esa ciudad, otra bastante distinta, es saber que uno compartirá la alegría de ella.
Ví algunos de los ciudadanos exuberantes del cielo y todos vestían túnicas. Esta cita bíblica vino a mi mente:
(Isaías 61:10)"En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas".
La felicidad y la alegría que refulgía del rostro de ellos sobrepasa cualquier comparación.
El cielo es un lugar real. No es el figmento de alguna imaginación. En la Biblia aparece registra do que Jesús dijo(Juan 14:1-2):
"1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros".
El cielo es un lugar preparado para gente preparada. Puesto que nosotros como hijos de Dios hemos sido trasformados y hechos nuevas criaturas por el milagro de la regeneración, y puesto que ahora somos nuevas criaturas en Cristo, es un gozo saber que el lugar en que pasaremos la eternidad ha sido preparado por el Salvador que nos redimió.
El cielo es un lugar perfecto. Puesto que nuestro Salvador es perfecto, omnipotente y eterno, el cielo tiene también que ser un sitio perfecto. Puesto que Él nos está preparando un lugar allí para que vivamos con Él por toda la eternidad, también nuestra casa eterna será perfecta. Nada echará a perder jamás ninguna parte de esa morada celestial. Nunca se permitirá en trar nada en el cielo que pueda profanarlo o estropearlo.
(Apocalipsis 21:27) "no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero".
El cielo está fuera del alcance del pecado y de los pecadores de todo tipo y descripción. Se excluirá a satanás para siempre de ese lugar celestial.
(Apocalipsis 12:3-4, 7-10, 12-13) También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estre llas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Yel dra gón separó frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
7 Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. 9 Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y satanás, el cual en gaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. 10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; por que ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
2 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.
Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
¡Esa serpiente, satanás, y sus huestes impías no alzarán jamás su fea cabeza en el clima puro y santo del cielo!
Los demonios no pueden entrar en el cielo. Los ángeles caídos que se rebelaron contra Dios y “no guarda ron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada” (Judas 1:6) no pueden regresar al cielo.
No faltará nada en el cielo. No se omitirá ningún detalle que contribuya a que su entorno sea perfecto.
Dondequiera que vayamos en la tierra, no importa dónde vivamos o cuán lujosa pueda ser nuestra mansión, siempre tendrá fallas y defectos obvios que impedirán que sea perfecta. En contraste, Dios no ha cometido fallas al construir el lugar llamado “cielo”. Su gloria, sus bellezas, sus maravillas sobrepasan la capacidad humana para describirlo. Es maravilloso contemplar el esplendor indescriptible de ese hermoso lugar.
El brillo combinado de la luz del Hijo de Dios al reflejarse en los muros de jaspe, las puertas de perla, las innumerables mansiones y el hermoso río de la vida crea una escena que ningún artista podría jamás re presentar adecuadamente.
El cielo es un lugar permanente. Ningún enemigo podrá conquistar jamás el paraíso de Dios.
No habrá desmoronamiento de sus edificios, decadencia de sus materiales, ni secamiento o muerte de su vegetación. Ninguna niebla o radiación contaminará jamás su atmósfera santa.
Esa morada permanente es una ciudad eterna y perdurable. Cantemos este himno escrito por Hattie Bueli:
Una tienda o una choza, ¿qué puede importarme? Me están construyendo un palacio allá arriba; Aun cuando me encuentre yo exiliado de Él, Todavía puedo cantar:
A Dios toda gloria, soy hijo del Rey.
En ese lugar incomparable, los santos encontrarán dulce liberación de todas sus decepciones, angustias, tragedias y desastres. Allí no habrá más pena ni aflicción. Allí no habrá más dolor. Allí no habrá más clamor:
(Apocalipsis 21:4)
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos;y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;porque las primeras cosas pasaron.
Parecía que los ciudadanos alegres a los que veía en el cielo habían provenido de muchas edades y países diferentes. Era obvio que habían diferentes nacionalidades. Entonces recordé otra cita bíblica que había leído:
(Apocalipsis 5:9)Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.
¡Con emoción mi alma alabó la majestad de Dios! Las penas y la aflicción que yo había experimentado cuando vi la revelación del infierno ahora parecían muy lejanas. Ésta de ahora era una revelación del cielo.
Vi a familias enteras juntas. Todos estaban felices, yendo a algún sitio, haciendo algo, sonriendo. Una refulgencia agraciaba cada rostro que veía.
Parecía que todos los santos del cielo estaban ocupados. Jamás estaban ociosos. Empleaban su tiempo en alabar y engrandecer a Dios. Había cánticos en los labios de todos. El ambiente de la música era el tono dominante.
No pasaremos la eternidad en ocio y pereza, como algunos han equivocadamente representado nuestro destino final. Haremos más que flotar en una nube, tocar un arpa o menear los dedos de los pies en el río de la vida. Nuestro tiempo se empleará en servir a Dios. No sabemos cuál ha de ser la naturaleza de ese servicio, pero no puede haber duda de que su pueblo lo servirá.
¡Podía ver por todas partes exquisitos diamantes que brillaban y relucían! Algunos eran tan grandes como bloques de cemento.
Algunos de esos diamantes parecían ser para las mansiones de los que habían sido ganadores de almas en la tierra. Parecía que cada vez que alguien llevaba un alma a Cristo, el cielo le otorgaba un diamante a ese cristiano fiel. La Biblia dice:
(Proverbios 11:30) El fruto del justo es árbol de vida; Y el que gana almas es sabio.
(Daniel 12:3)Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento;y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.
Según bebía del esplendor y la magnificencia de ese lugar glorioso, vi a un ángel inmenso y hermoso que venía bajando por una vereda. En sus manos sujetaba un rollo con bordes de oro.
El ángel puso el rollo en una mesa de pedestal, que era de un material plateado diferente a cualquier cosa que yo hubiera visto antes. La mesa oblonga literalmente refulgía con luz.
El rollo tenía un nombre escrito en él. Uno de los santos lo tomó y comenzó a leerlo.
“Jesús es el maestro de obra”, me dijo un santo del cielo. “Él determina quién merece los diamantes y a dónde han de ir. Este rollo que he tomado es un informe de la tierra de una persona que llevó a alguien a Jesús, que aumentó a los pobres, que vistió a los desnudos, que hizo grandes cosas para Dios.”
(Mateo 25:31-41, 46)31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria,32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.
Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los de la izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
El ángel me repitió el mensaje de bienvenida: “Ven y mira la gloria de tu Dios.”
Conforme a la dirección del Señor, hago un registro de esta descripción del cielo tal y como lo ví. Necesita mos comprender que el enfoque de nuestras esperanzas y deseos debe estar en pasar toda la eternidad con nuestro Señor.
¡El cielo es la tierra de los sueños hecha realidad!
Me emociono en cuanto al cielo porque después de que terminen nuestra obra y trabajos sobre la tierra, nos iremos de este mundo e iremos allá. Dios ha preparado la ciudad, y Jesús está preparando un lugar allí para los que lo amamos.
En el cielo se restablecerá totalmente una ininterrumpida comunión entre Dios y el hombre.
Cuando Adán y Eva estaban en el huerto del Edén, Dios visitaba esta tierra.
Después que la comunión con Él fuera arruinada por el pecado y la desobediencia, Dios continuó mostrando su deseo de tener comunión con la humanidad.
Su última expresión de amor por la humanidad fue dar a su propio Hijo para que sufriera una muerte inclemente en una cruz cruel. Mediante la muerte y resurrección de Cristo, la comunión entre Dios y el hombre se convirtió de nuevo en una posibilidad.
Incluso ahora, las circunstancias de la vida pueden impedir nuestra comunión íntima con Dios.
Pero allá en el cielo no habrá más impedimentos. Conoceremos la comunión verdadera con el Rey de reyes y Señor de señores. La comunión con Él será plena.
El cielo es la morada del Dios vivo. Está mucho más allá de los cielos atmosféricos y más allá de los planetas y las galaxias. Es la mansión perpetua de “los redimidos de Jehová” (Isaías 62:12). Es el destino eterno de todos los hijos de Dios mediante la fe en Cristo.
No necesitamos temer que nos ubiquen en un diminuto departamento en el cielo al que le hayan colocado el rótulo de “mansión”. Cuándo los redimidos de todos los tiempos seamos llevados a nuestro hogar en la gloria, allí habrá espacio suficiente para todos nosotros para que tengamos una de las muchas mansiones, de las muchas moradas, que Jesús dijo que estaba preparando para nosotros en la casa de su Padre:
(Juan 14:1-4)
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
El cielo seguramente tiene espacio para todos:
Después de esto miré, y he aquí una gran multi tud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
(Apocalipsis 7:9-11)10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. 11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vi vientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios.
Luego fui llevada a un lugar en particular en que el ángel se detuvo y me dijo: “Dios quiere que te muestre la habitación de las lágrimas.”
Muchas veces, puede que ustedes hayan leído varios pasajes en el libro de los Salmos acerca de nuestras lágrimas y sobre cómo se ocupa Dios de nosotros. Los ángeles captan nuestras lágrimas y las meten en redomas o sea, vasijas
(Salmo 56:8). Muchas veces, me había preguntado qué significaba eso.
Sé que muchos de ustedes que leen estas palabras han vertido muchas lágrimas por sus seres queridos: sus hijos, su cónyuge o sus parientes. Especialmente, si la persona ha pasado por una separación o por un divorcio, ha sentido como si se hubiera esfumado toda esperanza. Ustedes se han afligido por los seres queridos que han perdido.
Quiero decirles que Dios me mostró una habitación de lágrimas. Era tan bella. El ángel me condujo a un gran vestíbulo que no tenía puerta.
Al mirar en su interior, pude ver que la habitación misma no era muy grande, pero la santidad y el poder que irradiaba de allí, me asombró. Amueblada con estantes de cristal, las paredes interiores brillaban con luz.
En los estantes habían muchas vasijas, algunas de las cuales estaban en grupos de a tres y parecían ser de cristal transparente. Debajo de cada conjunto de vasijas brillantes semejantes al cristal había una placa con un nombre en él. Había muchas de estas vasijas en la habitación.
Entonces, ví a un hombre dentro de la habitación que parecía haber sido glorificado. Su túnica, de color morado oscuro, era muy bonita y parecía de terciopelo.
Justamente a la entrada había una elegante mesa, hecha de un material valioso, la cual refulgía con majestuoso resplandor. ¡La esplendorosa escena que ví me asombró!
En la mesa habían libros que parecían como si hubieran sido cosidos con el más bello género, parecido a la seda, que jamás yo hubiera visto. Algunos tenían diamantes, perlas y encajes; otros tenían gemas verdes y moradas. Todos habían sido hechos de forma elaborada.
Pensé: “ Dios, qué bellos son estos libros!” Me encantan los libros. Éstos, en particular, me atraían. Eran asombrosos. Al contemplarlo todo, me sentí maravillada.
De pronto, el hombre de la habitación me dijo: “Ven y mira. Quiero mostrarte esta habitación y explicarte acerca de las lágrimas. Esta es una de muchas habitaciones iguales. Estoy a cargo de ésta.”
Según él hablaba, pasó un ángel enorme por el vestíbulo. La belleza y majestad de aquel ser celestial me asombró. Me dí cuenta de que vestía una vestidura blanca, reluciente, con reborde de oro por toda la parte delantera. Parecía medir cerca de doce pies de estatura y tenía alas muy grandes.
El ángel tenía una pequeña copa en las manos. La copa dorada estaba llena (véase Apocalipsis 5:8) de un líquido. El hombre de la habitación me dijo: “Él me acaba de traer una copa de lágrimas de la tierra. Deseo que veas lo que hacemos acá con ellas.”
El ángel le entregó la copa, junto con un pedazo de papel. La nota tenía el nombre de la persona cuyas lá grimas estaban en la copa.
El hombre de la habitación leyó la nota y entonces se dirigió a uno de los lugares en que se guardaban las vasijas. Leyó la placa debajo de la vasija y yo sabía que coincidía con la persona de la tierra cuyo nombre venía en la nota.
El hombre tomó la vasija, que estaba casi llena, y la acercó a la copa. Vertió entonces las lágrimas de la copa dorada en la vasija.
“Quiero mostrarte lo que hacemos aquí”, me dijo el hombre. “Cuéntaselo a la gente de la tierra.” Entonces llevó la vasija hacia la mesa, tomó uno de los libros, lo abrió, y dijo: “
Las páginas del libro estaban totalmente en blanco. El guardián de la habitación me dijo: “Éstas son las lágrimas de los santos de Dios en la tierra según claman a Dios. Mira lo que sucede.”
Entonces, el hombre vertió una gota de la vasija, una lagrimita, en la primera página del libro. Al hacerlo, comenzaron a aparecer palabras inmediatamente. Bellas palabras, elegantemente escritas, comenzaron a aparecer en la página. Cada vez que una lágrima caía en una página, aparecía una página entera de escritura. Continuó haciéndolo página tras página, vez tras vez.
Al cerrar el libro y hablar, parecía estar diciéndole a toda la humanidad lo mismo que a mí: “Las oraciones más perfectas son aquellas que están bañadas con lá grimas que salen del corazón y el alma de los hombres y las mujeres de la tierra.”
Entonces el ángel con alas de arco iris me dijo:
“Ven y mira la gloria de Dios.”
De pronto fuimos trasportados a un lugar enorme en el que habían miles y miles de personas y seres celestiales. ¡Oh, qué belleza!
Al poco tiempo pareció como que la gente desaparecía y comenzaba a aparecer por todas partes una manifestación incluso mayor de la gloria de Dios. Las grandes alabanzas a Dios se tornaron atronadoras.
El mensajero angelical me llevó hasta el trono de Dios. Ví una enorme nube, una neblina, y ví una imagen del Ser de la nube. No pude ver el rostro del Señor, pero ví su gloria y un arco iris por encima del trono. Oí la voz de Dios y me sonó como la describió Juan(Apocalipsis 14:2).: “Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas” En este poderoso anfiteatro, vi muchos caballos con jinetes al rededor del trono.
De repente, vi un libro que estaba sobre el enorme altar delante del trono de Dios. Vi a los ángeles postrarse ante Él. Estando yo de pie, admirada, miré esa escena, y vi lo que parecía la mano de un hombre salir fuera de la nube y abrir el libro.
De algún modo, yo sabía que lo que abría el libro era la mano de Dios.
Asombrada, vi subir del libro lo que parecía humo. De repente, el perfume más agradable que jamás hubiera olido cundió la zona entera donde yo me hallaba. El ángel me dijo que ese libro contenía las oraciones de los santos, y que Dios enviaba a sus ángeles a la tierra para contestar las oraciones del clamor del corazón de ellos. Todos alababan y engrandecían a Dios.
Al abrir Dios el libro, sus páginas comenzaron a salir del volumen y a volar hacia las manos de los ángeles a caballo. Pude escuchar su voz, “como la voz de un fuerte trueno”, clamar y decir: “ a contestar las oraciones de él! ¡Vayan a contestar las oraciones de ella!”
(Salmo 56:8-11)8 Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro? Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare; esto sé, que Dios está por mí.
10 En Dios alabaré su palabra; en Jehová su pala bra alabaré.
11 En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?
La Palabra viva de Dios nos explica lo que Él hace con nuestras lágrimas. ¡Qué hermoso es entender la gloria y la maravilla de nuestro Dios! ¡Qué maravilloso resulta ser receptores de su compasión! A Él le interesan incluso nuestras lágrimas.
Muchas citas bíblicas nos hablan acerca de nues tras lágrimas, acerca de nuestras aflicciones y acerca del consuelo de Dios para nosotros. Léalas y regocíjese:
(2 Reyes 20:5)Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová.
(Salmo 6:6-9)6 Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas.
7 Mis ojos están gastados de sufrir; se han enveje cido a causa de todos mis angustiadores.
8 Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad; porque Jehová ha oído la voz de mi lloro. 9 Jehová ha oído mi ruego; ha recibido Jehová mi oración.
(Salmo 116:8)
8 Pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar.
(Salmo 126:5-6)5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo se garán. 6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
(Isaías 25:8)8 Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho.
(Jeremías 31:16)16 Así ha dicho Jehová: Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. (Apocalipsis 7:17)17 Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
(Apocalipsis 21:4)4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;porque las primeras cosas pasaron.
(Isaías 35:10)10 Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría;y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.
¡Gloria a Dios, el cielo es un lugar genuino! Iremos realmente allí. Y, cuando vayamos al cielo, no seremos vapores de humo que floten en una nube. Una de las cosas maravillosas acerca del cielo es que nuestras lágrimas y aflicciones serán reemplazadas por alegría eterna, tal como se promete en la Pala bra de Dios. No obstante, ¡todavía hay mucho más!
El cielo es un lugar real. Es un destino literal. No es ningún sueño efímero o visión imaginaria. Dios nos ha revelado a todos en las Sagradas Escrituras muchas de las realidades del cielo.
Primero hay un cielo atmosférico. Se trata de la atmósfera alrededor de la tierra. Es donde vuelan los pájaros y los vientos soplan. Es donde se forman los chubascos, las tormentas, la neblina, los vapores y las nubes.
El primer cielo es el sitio al cual se refería el ángel en Hechos 1:11 cuando le preguntó a los discípulos por qué estaban “mirando al cielo”. Jesús, cuando le habla ba a su Padre, levantaba “los ojos al cielo” (Juan 17:1).
Luego está el cielo del espacio. Esa es la región del Sol, la Luna y las estrellas. Se menciona en muchos lugares en la Biblia, algunos de los cuales se dan aquí:
(Génesis 22:17)17 De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar;y tu descendencia po seerá las puertas de sus enemigos.
(Deuteronomio 4:19)19 sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos.
(Job 38:31-33)31 ¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, o desatarás las ligaduras de Orión?
32 ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?
¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos? ¿Dis pondrás tú de su potestad en la tierra?
(Isaías 13:10) 10Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor.
(Mateo 24:29)
29 E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
Es el destino de los justos. No obstante, se encuentra más allá de la atmósfera y del cielo estrellado. Es el lugar al que se refería el apóstol Pablo cuando escribió:
(2 Corintios 12:2 vp). “Conozco a un seguidor de Cristo, que hace catorce años fue llevado al tercer cielo El cielo, como lo utiliza la autora a lo largo de este libro, es la región de la que se habla a menudo como la presencia inmediata de Dios:
(Hebreos 9:24)
24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; El cielo es donde vive Dios. Cuando Jesús nos ense ñó a orar nos dijo que lo hiciéramos al “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mateo 6:9).
En 1 Reyes 8:30, al cielo se lo llama el lugar en que vive Dios. En Salmo 11:4, se lo llama el templo santo de Dios y el lugar en que está su trono.
Allí, en el templo de la majestad divina de Dios, se revela su excelsa gloria de la manera más evidente. Es un lugar sagrado de luz, alegría y gloria. No sabemos exactamente dónde está ubicado, pero a menudo se in dica el cielo en la Biblia como que está “arriba”.
Sabemos que el Dios todopoderoso está en el cielo. Allí, el Padre y Jesucristo son el enfoque central de los santos, los ángeles y todos los seres que lo adoran.
¡Qué gloriosa compañía hay en el cielo! Allí están los ángeles, porque Jesús dijo (Mateo 18:10). “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”.
Allí están los redimidos, pues Jesús nos prometió (Juan 14:3) “ donde yo estoy, vosotros también estéis”. Se nos dice en 1 Pedro 1:4 que se ha reservado una herencia para nosotros en el cielo que es incorruptible, inmarcesible y que no desaparecerá.
Hermanos, me entusiasmo cuando testifico acerca de mi hermosa visita al cielo. Me emociono al describir las cosas que ví y los seres que conocí.
Después que el ángel de Dios me mostró la habitación de las lágrimas, repitió el estribillo que le escuché decir tan a menudo a lo largo de mis visitas al cielo:
“ y mira la gloria de tu Dios!”
El esplendor radiante y magnífico del cielo me abrumó. Los efluvios de gloria que parecían surgir de todo lo que veía me llenaban de admiración. La belleza y gloria de esa hermosa tierra no puede ser descrita con precisión por el ojo de la mente a menos que la persona la haya visto personalmente.
En ese momento me vinieron a la mente las pala bras que una vez había yo oído citar a alguien:
La luz del cielo
Es el rostro de Jesús.
El gozo del cielo
Es la presencia de Jesús.
La armonía del cielo
Son las alabanzas a Jesús.
El tema del cielo
Es la obra de Jesús.
La ocupación del cielo
Es el servicio a Jesús.
La plenitud del cielo
Es Jesús mismo.
Según iba yo en compañía del ángel, pude percibir por todas partes gozo, paz y felicidad. Mis pensamien tos volaron hacia mi familia en la tierra, y pareció que el ángel los leyó, pues me dijo: “Tienes una misión que cumplir para Dios. Les tienes que decir a las personas de la tierra lo que hay acá arriba. Dios te está mostrando parte del cielo, aunque no todo. Ven y mira la gloria de tu Dios.”
Cuando llegamos a nuestro destino, pude oír muchas, muchas voces cantarle alabanzas a Dios. La magnífica música de los adoradores del cielo llenaba mi alma de emoción. Las expresiones de honra y gloria hacían eco repetidas veces en la vasta expansión del cielo según los serafines y los redimidos cantaban con vehemencia himnos de alabanza.
Mi alma se llenó de emoción y de alegría. De algún modo supe que nos acercábamos al trono de Dios.
El ángel que me guiaba se detuvo a gran distancia del trono de Dios. Pude entonces tener una visión panorámica de lo que allí ocurría. Ví la misma escena que vió Juan en la visión que describió en Apocalipsis:
(Apocalipsis 5:11)
11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, ¡Oh, moradores de la tierra, si sólo pudieran percatarse de lo que Dios tiene reservado para los que lo amamos!
Según miraba yo fijamente y con arrobamiento la escena ante mí, sucedió algo incluso más maravilloso. Pude oír a todo volumen las miles y miles de voces que alababan a Dios. Entonces, maravilla de maravillas, el ángel me permitió mirar lo que siempre había yo deseado ver, el trono de Dios.
El trono de Dios estaba “alto y sublime” (Isaías 6:1). El río de la vida, que salía de debajo de su base, fluía con toda su belleza y pureza. La gloria de Dios opacaba el trono. Parecía como silos relámpagos, los truenos y las voces estuvieran todos alrededor del trono. Juan, al describir una visión que tuvo del cielo, dijo:
(Apocalipsis 4:5)5 Ydel trono salían relámpagos y truenos y voces;y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
Vi un arco iris encima y alrededor del trono, “semejante en aspecto a la esmeralda” (Apocalipsis 4:3). Los brillantes y magníficos matices del arco iris se mezclaban y producían colores intensos y deslumbrantes.
Se trataba de algo diferente de cualquier cosa que jamás hubiera yo visto en la tierra. Los variados colores de luz resplandeciente significaban gloria y poder. Salían del trono llamaradas de esplendor. Rayos de gloria irradiaban de él.
¡Gran parte del cielo parece transparente y esos gloriosos rayos que salen del trono están llenos de una luz que se refleja en todo el paraíso!
No sé cuánto tiempo permanecí en este anfitea tro celestial, pero me sentí abrumada de admiración.
Pensé acerca de los miles que habían venido al cielo y de los muchos miles que vendrían aún. Pensé en la santidad de Dios, en la pureza de su majestad y en la perfección de su Palabra.
Grité en voz alta: “ Dios, qué maravilloso es contemplar tu gloria, tu majestad y tu poder!”
Como antes, el ángel del Señor me dijo: “Ven con migo. Hay muchas otras cosas en el cielo que quiero mostrarte.”
Me asombré al ver una habitación en la que se llevaban registros meticulosos. El ángel me dijo que Dios hace que sus ángeles mantengan registros de cada servicio el ángel me recordó que yo debería hacer también un registro de estas cosas. Me dijo que habían muchas cosas que eran un misterio para mí, puesto que yo estaba viendo solamente de forma oscura (1 Corintios 13:12). Pero el ángel hizo hincapié en que yo le tenía que contar a la gente de la tierra acerca de las cosas que veía.
Al llegar a otra parte del cielo, bajé la mirada hacia un corredor muy largo. Sus muros eran altos y parecían de platino. Yo podía oír las fuertes alabanzas a Dios sonar fuera continuamente. Me asombré de la brillantez de luz y gloria que reflejaban aquellos muros. Perpleja, pregunté: “ Qué significa esto?” Parecía como que los muros tenían kilómetros de largo. No podía ver el fin de ellos.
El ángel que me estaba mostrando estas cosas dijo: “Mira en la parte superior de este muro.” Allí en la parte superior de él estaba grabada la palabra “Granero”.
Cuando le pregunté: “ son estos aposentos?” ¡El ángel me dijo que ellos contenían las bendiciones que estaban almacenadas para el pueblo de Dios!
El cielo es pureza perfecta, y Dios quiere purificar a sus santos en la tierra para que gocen del ambiente del cielo. El cielo es plenitud de gozo, y Dios desea darle gozo a su pueblo en la tierra. El cielo es libertad perpetua, y Dios anhela que su pueblo sea libre mientras esté en la tierra. El cielo es salud perfecta, y Dios quiere que su pueblo sea saludable aquí en la tierra. El cielo es seguridad total y Dios quiere que su pueblo se sienta confiado y seguro aquí en la tierra. El cielo es realización y cumplimiento, y Dios desea que su pueblo se sienta realizado en la tierra.
Cuando Jesús nos dió instrucciones de que oráramos a Dios: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10), nos reveló que Él quiere que tengamos un anticipo del cielo aquí en la tierra.
Hermanos, el Señor tiene graneros de bendiciones justamente para ustedes. Aguardan en el cielo por que se los reclame y se los reciba ahora, aquí en la tierra. Dios quiere salvarlos. Quiere libertarnos. Quiere sanarnos. Quiere que conozcan “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Quiere que experimenten una alegría y un “gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1:8).
“Mira la gloria de tu Dios”, proclamó el ángel. Cuando desapareció, he aquí que Jesús estaba a mi lado.
Miré a Jesús. Ahora me parecía que era más alto que de lo que yo lo había percibido antes. Su brillante túnica era muy elegante y llena de gracia. Las sandalias embellecían sus cicatrizados pies, y su rostro y cabellera eran magníficos y hermosos.
Según lo miraba fijamente, le pregunté: “Jesús, ¿qué son estos aposentos?”
El Señor no me respondió, sino que alzó su mano y la extendió hacia el muro. En ese momento, apareció en éste una gran abertura. Por todos los alrededores de los bordes de la abertura se veían gloria, poder y luz. Lo mismo que los demás objetos, parecía como si este le diera gloria a Dios.
Exclamé: “ Señor, ¿qué significa esto?!”
Me dijo entonces: “Hija mía, éstos son para mi pueblo. Son para los pecadores en la tierra, si solamente creen. Morí para sanarlos.”
Al mirarlo a los ojos, supe que quería que la gente creyera que Él, Jesucristo, había muerto para que pudiéramos ser sanos. Dijo: “Las sanidades están en espera de las personas en la tierra. El día ha de llegar cuando habrá una avalancha de milagros y sanidades sobre la tierra.”
Continuó diciendo: “Hija mía, hasta donde alcanza tu vista, puedes ver estos edificios de suministro o graneros. Las bendiciones que se contienen aquí aguardan por la fe de los que están en la tierra. Todo lo que tienen que hacer es creer y recibirán, creer que soy el Señor Jesucristo y que yo puedo hacerlo, y recibirán mis dones.”
“Cuando vuelvas a la tierra”, subrayó, “acuérdate de que no eres tú quien sanas. No es la vasija la que sana; soy yo. Sólo dí mi Palabra y ora y haré la sanidad. Cree que la puedo hacer.”
Yo grité: “ Gloria a Dios! ¡Aleluya! ¡Gracias, Jesús!” Jesús bajó su mano y la abertura del muro se cerró.
Entonces, el ángel y yo viajamos a gran velocidad hacia otro sitio. Aquí, también pude oír la música y las magníficas exclamaciones del pueblo de Dios. El ángel me dijo: “Hija, el Señor me ha ordenado mostrarte varias cosas. Cuéntaselas a la gente.”
Antes, ahora, y después
En este punto de mi visión, el ángel del Señor comenzó a revelarme cosas acerca de las cuales yo me había hecho preguntas con anterioridad. Me empezó a hablar acerca de un gran misterio.
Me dijo: “Dios ha hablado y tengo que mostrarte lo de antes, lo de ahora y lo de después. Lo que te voy a mostrar te producirá gran emoción. Te voy a mostrar lo que sucede cuando una persona nace de nuevo. Te mostraré cómo en las habitaciones de registro los pecados de un individuo son quitados por medio de la sangre del Cordero.
“Te voy a mostrar lo que ocurre cuando una persona nacida de nuevo muere en la tierra y su alma llega al cielo. Ven y mira la gloria de tu Dios.”
Viajamos desde el cielo velozmente y pronto estu vimos de regreso en la tierra. Pude ver la tierra como en una visión, y al ángel que me dijo: “Mira y observa.”
Conforme el ángel permitió que la visión pasara ante mí, vi una bella iglesita del campo. No sé dónde se hallaba geográficamente el templo, pero era una iglesia rural, en el interior del país.
Con la ayuda del ángel de Dios, se me permitió ver el interior del edificio. Pude ver aproximadamente a unas treinta personas sentadas en los bancos. El pastor detrás del púlpito predicaba basado en este pasaje bíblico:
(Isaías 5 5:6-7)6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.
Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
Según miraba yo esta escena fijamente, ví a un vigoroso ángel encima de la iglesia. El ángel guía que estaba a mi lado me dijo: “Un ángel grande es situado en cada iglesia. Ese ángel tiene a su cargo a todos los demás ángeles de esa congregación.”
Dos ángeles con libros estaban situados fuera de la puerta del templo. yo podía ver a la gente entrar y salir del templo. Entonces el ángel guía me hizo señas con su mano y pareció como si el tejado retrocediera y pude mirar adentro.
Había un ángel a cada lado del pastor en el púlpito. Detrás de ellos había dos ángeles más. En total había cuatro ángeles alrededor del púlpito.
Habían dos ángeles en el fondo del templo, detrás de la congregación. Dos más estaban situados a medio camino hacia el frente del pasillo. Arriba, cerca del altar, había dos ángeles más. Así que había bastantes ángeles en el templo y varios de ellos tenían pergaminos y plumas en las manos.
El ángel entonces me dijo: “Quiero mostrarte lo que ocurre.”
El pastor empezó a hablar, y los diáconos comenzaron a recibir la ofrenda. Conforme se ofrendaba, los ángeles registraban las actitudes de la gente al hacerlo. Registraban los pensamientos de los contribuyentes, si se molestaban al dar para la obra del Señor, o si les agradaba dar la ofrenda y la consideraban un acto de adoración. Los ángeles anotaban todo ello en sus libros de registro.
Entonces, los dos grandes ángeles situados en la parte delantera del púlpito asintieron con la cabeza hacia los otros ángeles.
Estas actividades de los ángeles eran invisibles para las personas dentro del templo, pero yo las podía ver con claridad. Entonces mi guía me dijo: “Quiero mostrarte algo más. Mira con atención y serás bendecida.”
De pronto, pareció como que me hubieran trasladado detrás del pastor. Según el predicaba basándose en el versículo 6: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamale en tanto que está cercano”, pude ver a una multitud de seres celestiales dentro de la iglesia. Los ángeles se regocijaban durante todo el tiempo en que se celebraba el culto. El ministro estaba ungido al predicar ese mensaje. Uno de los ángeles vertía sobre su cabeza algo que parecía fuego. La gloria de Dios salía de la boca del predicador.
Entonces se abrió una puerta en el fondo del templo, y un hombre en estado ebrio entró tambaleándose. Caminó hasta el final del pasillo y dijo: “Yo soy la persona de la que usted está hablando, pastor. Necesito al Señor. Necesito ser salvo. Soy alcohólico.” Se postró de rodillas ante el altar y empezó a clamar a Dios.
Dos de los diáconos acudieron al altar para ayudarlo. Poniendo los brazos alrededor de él, le preguntaron:
— De veras deseas arreglar tus cuentas con Dios? ¿Realmente quieres ser salvo?
—Sí, quiero ser salvo —respondió el hombre—. Soy alcohólico. Necesito ser libertado.
De repente aparecieron dos ángeles más. Tenían pergaminos en la mano y empezaron a apuntar lo que el hombre decía. Entonces, los diáconos procedieron a presentarle el plan de salvación al hombre ebrio.
Ví que este hombre estaba lleno de pecados. Sin embargo, según los diáconos iban orando con él, uno de los ángeles tocó su corazón y de su pecho salió un humo asqueroso, tan oscuro como una nube de lluvia.
Cuando ví esto, recordé algunas de los pasajes bíblicos que hablan de los pecados viles que salen del corazón:
El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas;y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. (Mateo 12:35)
18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y ésto contamina al hombre.
19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. (Mateo 15:18-19)
Según el hombre empezó a orar a Dios con sus manos alzadas, ví cadenas gruesas negras que lo envolvían. Era esclavo de toda clase de pecados, pero en es pecial del vicio del licor y la embriaguez. Un diácono le dijo: “Debes confesar estos pecados a Dios para que Él te perdone y así puedas ser lavado en la sangre del Cordero.”
Según empezó a confesar sus pecados, un ángel lo tocó. Pude ver fuego salir de las manos del ángel. Las cadenas empezaron a romperse y caerse.
Esto le dió una tremenda libertad al hombre, el cual alzó sus manos y alabó al Señor.
Se puso de pie y ví la gloria de Dios caer sobre él. Sé que el Señor hizo que se le pasara la borrachera, por que empezó a gritar alabanzas al Señor.
Entonces, los dos poderosos ángeles se miraron y asintieron con la cabeza. Ellos regresaron volando por el aire hasta donde estábamos y me dijeron: “Ven y mira la gloria de Dios.”
Viajamos con mucha rapidez de regreso al cielo acompañados por los otros dos ángeles. Después de entrar por la puerta, fuimos hacia el final de una hermosa vereda que parecía hecha de oro. Fuimos trasportados con rapidez hasta una preciosa habitación.
El ángel me dijo: “Ven y mira lo que hacemos aquí.”
El corredor largo en el que nos hallábamos daba a muchas otras habitaciones similares a aquella en la que estábamos entrando. El ángel dijo: “Hay muchos de estos aposentos en el cielo. Éstas se llaman las habitaciones de registro. Observarás lo que se lleva a cabo en estas habitaciones.”
El ángel dijo: “Estamos llegando a la habitación que contiene el nombre del hombre que termina de convertirse en la tierra.”
En esa habitación, ví que los ángeles provenientes de la tierra rápidamente fueron y le entregaron a otro ángel el informe escrito en un pergamino.
Había colocadas escaleras a lo largo de las paredes de la habitación rectangular. Las paredes estaban cubiertas de estantes y todos los libros estaban dentro de ellos. La escena me recordó una biblioteca de la tierra.
Otros ángeles, que cantaban y alababan a Dios, estaban en fila delante de un gran escritorio de aproximadamente ocho pies de largo por cuatro de ancho.
Había una sección cuadrada en el centro del escritorio, la cual estaba recubierta de oro puro. Era muy bonita. Tallada con hojas y frutas.
Se trataba del escritorio más bello que jamás uno podría imaginar. No he visto nunca nada como él, in cluso un cuadro como él, en la tierra. Me sentí sobrecogida por la gloria y majestad de Dios que había en esa habitación.
Habían ángeles que subían y bajaban por las escaleras. Continuamente sacaban libros de los estantes y los devolvían a sus lugares apropiados. Varios ángeles esperaban en la cercanía con informes de otras partes de la tierra.
Observé que algunos de los libros en la pared tenían tonalidades de color diferentes. Entonces ví a dos de los ángeles de la iglesia que estaban en la fila con un libro que había salido del estante. Contenía precisamente el registro del hombre cuyo nuevo nacimiento terminaba yo de presenciar en la tierra.
El ángel que estaba a mi lado me preguntó:
— Ves a los dos ángeles del culto de la iglesia?
—Sí —le respondí.
— Ves el libro que tienen en sus manos?
—Sí.
—Ese es el libro de registro del hombre que se salvó recientemente. Lo han extraído de los estantes. Ahora deben presentarlo al ángel responsable.
Mi guía me explicó que en cada habitación de registro había un ángel responsable. Todo lo que entra o sale de la habitación pasa ante ese ángel. Y todo se hace con miras a la mayor gloria de Dios.
Me asombré al ver suceder todo esto. El ángel responsable tenía una mitra luminosa que sobrepasa mi capacidad para poder describirla. El tenía una cabellera dorada y una túnica resplandeciente, blanca con mucho oro en ella. Este ángel espléndido tenía unas alas que al abrirse medían aproximadamente doce pies. Se trataba del ángel más hermoso que yo hubiera visto jamás. Ese ángel era el escribano principal de esa habitación.
El ángel responsable me miró e hizo señas de que me le acercara. El poder de Dios me trasladó y llegué con rapidez hasta la diestra del ángel.
Me dijo: “Te ha sido permitido estar aquí a fín de que te podamos mostrar lo que sucede cuando alguien nace de nuevo en la tierra. Se lo tienes que contar a las personas allá.”
¡La maravilla de todo ello me emocionó hasta lo indecible!
Al mirar delante de mí, las excelsas alabanzas a Dios ascendían por todas partes. Yo podía oír el sonido de campanas, aunque no las podía ver. Ángeles gozosos, sonrientes, magníficos y felices estaban allí con libros en las manos, esperando su turno para hablar con el ángel responsable.
Yo empecé a alabar y a magnificar a Dios de nuevo por su maravilloso poder y sus gloriosos hechos.
— Has visto a los dos ángeles delante del escritorio?—me preguntó mi ángel guía.
—Sí —respondí—. Estaban presentes cuando ese hombre nació de nuevo.
Sacó un mensaje del pergamino; como si se tratara de un marcador en el libro. No podía ver lo que estaba escrito en el papel o en el pergamino. Entonces el ángel me dijo: “Mira lo que está escrito aquí”, y me lo mostró.
El mensaje había sido escrito en una manera ordenada y bella. Ví el nombre del país, del estado, del condado, de la ciudad y de la iglesia.
El ángel me mostró el nombre del pastor y cuántas personas había en el templo.
Me mostró el orden del culto. El registro entero había sido anotado. Me mostró a las personas que participaron en el servicio de la iglesia y los detalles de la ofrenda que se tomó.
El nombre del hombre cuya salvación yo había visto en la tierra había sido registrado en el papel. El mensaje del evangelio del Señor Jesucristo que se predicó para salvar su alma y el tiempo exacto, hasta el segundo preciso, en el que había nacido de nuevo había sido completamente escrito allí. Grité: “ Gloria a Dios!”
Cuando el recuento escrito llegó al lugar en que el hombre repitió la oración del pecador y recibió a Jesucristo como Señor y Salvador, el ángel miró a los otros dos ángeles mensajeros y les preguntó:
— ustedes son testigos de que este hombre nació de nuevo a esta hora?
— Sí—respondieron—, somos testigos. Estábamos presentes. Él recibió a Jesucristo como Señor y Salvador. Lo vimos suceder.
El ruido de la gloria, las alabanzas y los gritos que subieron en ese momento fue asombroso. Todo el cielo magnificó a Dios.
Entonces, el ángel escribió algo en el libro que él mantenía y lo cerró. El libro era muy grueso. Y luego me dijo: “Mira detrás de ti.” Ví a muchas personas, santos redimidos, que llevaban vestiduras blancas adornadas esplendorosamente.
Estos santos redimidos del Dios Altísimo entonaban este cántico:
¡Oh, sólo la sangre de Jesús pudo quitar mis pecados! ¡Oh, sólo la sangre de Jesús Me pudo sanar hoy! ¡Oh, sólo la sangre de Jesús
Me pudo limpiar hoy!
He sido redimido
Por la sangre del Cordero.
Según yo observaba, le dieron el libro del hombre a uno de los santos jubilosos.
Página tras página fueron lavadas de los viejos escritos. Levantaban las páginas una a una y yo podía ver que cada página había sido lavada en la sangre de Jesús. No permaneció ninguno de los pecados de esta persona.
Entonces vino a mi mente este pasaje de Isaías:
(Isaías 43:25)
25 Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.
Pensé: “ Dios, qué hermoso es que tu Palabra aún sigue vigente! Los pecados de ese hombre fueron lavados por la sangre del Cordero.”
Según yo miraba, le fue dado el libro a otro ángel. Este ser celestial tenía una cabellera larga y hermosa. El libro fue colocado en una bandeja que el ángel llevaba. Los ángeles se saludaban unos a otros y daban gritos de gloria.
El ángel que me acompañaba me dijo: “Ven y mira la gloria de tu Dios.” Empecé a viajar con él a toda velocidad a lo largo de los corredores del cielo.
Me hallé de nuevo ante el trono de Dios. Queridos hermanos, allí se oía el sonido de cuernos y de trompetas. Una nube de gloria, la gloria de Shekinah, iluminaba toda la zona alrededor del trono.
Habían muchos truenos y relámpagos allí. Pude oír una multitud de voces que decían: “Gloria a Dios! ¡Aleluya!”
Contemplé esta poderosa escena. Ví al ángel colocar el libro en el altar de Dios y postrarse. Luego la voz de Dios resonó fuertemente a través del aire; sin embargo entendí cada palabra. Dios dijo: “Otra alma ha sido redimida por la sangre de mi Hijo. Otra persona ha recibido salvación eterna a través de la sangre de mi Hijo.”
¡Sonaron todas las campanas del cielo! ¡Toda la población del cielo gritó! Me postré y comencé a alabar a Dios.
Ví sobre el altar de Dios el libro de la vida del Cordero (Apocalipsis 21:27), y ví una mano salir de esa nube y abrir el libro puesto allí por el ángel. Entonces fue escrito en el libro de la vida del Cordero el nombre del hombre. ¡Gloria a Dios! Hermanos, también nues tros nombres seguramente han sido escritos en el libro de la vida.
Según miraba yo esta poderosa escena, el ángel de Dios me dijo: “Ven y mira la gloria de Dios.” Inmedia tamente fuí de nuevo sacada del cielo a la velocidad de la luz. Conforme acompañaba al ángel, pensé en este pasaje de Isaías:
Y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre.
Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; te puse sobrenombre, aunque no me conociste. (Isaías 45:3-4)
En la próxima escena ví cuando el Señor ayudaba a los santos del Dios vivo a cruzar el río de la vida. Oh, el río de la vida que fluye del trono de Dios y del Cordero (Apocalipsis 22:1). Al cruzar los santos a través del río de la vida, podía oírlos gritar: “ Gloria a Dios!”
Entonces ví a una incontable compañía de santos a los que se les estaba poniendo las vestiduras más blancas y más espléndidas que yo jamás hubiera visto. Me acordé de que Juan escribió esto:
13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?
14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. (Apocalipsis 7:13-14)
De nuevo se me permitió estar ante el trono de Dios y presenciar una escena asombrosa y emocionante. Pude oír el sonido de trompetas según estaba yo delante del trono de Dios. Me faltan palabras para describir adecuadamente la emoción y sobrecogimiento que sentí.
Habían doce ángeles ante el trono, vestidos con ropajes cuya apariencia sobrepasa cualquier descripción fidedigna. Lo mejor que les puedo decir es que en los pectorales de su vestimenta tenían incrustadas piedras preciosas. Sobre su cabeza tenían algún tipo de tela celestial de colores magníficos. El borde de sus túnicas largas era de oro.
El estruendo de trompetas anunciaba a los santos según venían, uno a uno, a presentarse ante Dios. Una cantidad incalculable de santos, ángeles y seres celestiales llenaba una enorme galería. Todos glorificaban a Dios.
Los redimidos de todas las edades eran magníficos y hermosos. No eran soplos de humo o nubes que flotan en el espacio sino personas reales.
Por todas partes que miraba, veía a los ángeles de Dios que alababan continuamente su majestad.
Estando delante del trono oí una gran voz decir:
(Apocalipsis 21:3)
Y oí una gran voz del cielo que decía: "He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
Entonces ví una nube de gloria llena de relámpagos, truenos y voces. Según miraba, ví que la mano de Dios salía de la nube y que comenzaba a enjugar las lá grimas de los ojos de los santos. La Palabra dice que “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos” (Apo calipsis 21:4).
Oí a Dios decir:
(Apocalipsis 21:4-5)
4 Enjuagará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Yme dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
Dios les dijo a los santos reunidos: “Veo que sus nombres están escritos en el libro de la Vida del Cordero. Bienvenidos al gozo del Señor.”
Una vez más, otro pasaje bíblico vino a mi mente:
(Mateo 25:2 1)21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Tras eso el Señor puso coronas espléndidas de oro en la cabeza de todos sus santificados.
Supe que las bendiciones de Dios continuarían fluyendo para todos los redimidos. ¡Supe que no terminarían jamás!
Creo que Jesucristo me reveló el cielo de la manera en que lo hizo a fín de que me sirviera de compensación. Él sabía que yo había ido muchas veces de visita al infierno, y el haber experimentado ese sitio había sido tan horrible para mí que ahora me daba la bendición de ver el cielo.
En una de mis visitas al cielo me fueron mostrados los graneros de Dios. El ángel del Señor me dijo: “Ven y mira la gloria de tu Dios.”
El ángel era muy guapo y alto. Sus alas de color arco iris eran triangulares. Me dijo que Dios le había dado instrucciones de que él tenía que mostrarme partes del cielo.
Comenzamos a subir a través de la atmósfera y pasamos otra vez por la entrada del cielo. Ví árboles cargados de hermosas frutas. Ví a unas familias que subían y a otras que bajaban por la ladera vestidas con bonitos ropajes y que alababan a Dios.
El ambiente estaba saturado de la más bella música. La música celestial es una manifestación de gozo. Es una evidencia de la felicidad y una prueba de la alegría.
He escuchado a coros magníficos y a grandes conjuntos componer y ejecutar música bella aquí en la tierra. Pero, amados, nada de aquí abajo se puede comparar con el esplendor y la belleza de la música y el canto de allá arriba. El cielo era una sinfonía de música. ¡Imaginense si pueden, a millones de voces, perfecta mente armonizadas, que cantan dulcemente las melodías del cielo! Ni siquiera una sola de ellas desentonada. Todas en perfecta armonía.
Los instrumentos de cuerda proporcionaban un hermoso acompañamiento, junto con trompetas y otras clases de instrumentos musicales. Todos se mezclabancon las voces de los santos redimidos que alababan a Dios con entusiasta alegría. Los sonidos de los instrumentos, así como los tonos de las voces que cantaban, habían sido purificados y perfeccionados por la potencia del Dios Todopoderoso.
¡Oh, era glorioso oír las maravillosas alabanzas a Dios! Voces que carecen de calidad o de gran entona ción en la tierra cantarán con hermosa armonía en el cielo. Todos seremos felices allí. ¡Incluso un coro de diez mil voces de aquí palidecería al compararse con la grande y elocuente música de la ciudad celestial de Dios!
Oleada tras oleada de increíbles himnos de alabanza saturaban el paisaje y las calles del cielo. Era algo tan sobrecogedor que durante algún tiempo no pude oír ni pensar en nada más.
Finalmente el ángel me dijo: “Ven y mira la gloria de Dios.”
Recuerdo haberlo acompañado a través de una zona que tenía la hierba más verde imaginable. Había enormes ramos de flores en ciertas partes del prado. Las flores eran espléndidas y parecidas en cierto modo a las rosas. Cada planta tenía por lo menos una flor con bellos pétalos. Y, amados, ¡parecía como si las flores estuvieran cantando!
Al seguir viajando con el ángel pasamos por un lugar en que había hermosos caballos blancos. Recordé haber leído en Apocalipsis acerca de caballos y de cómo Jesús un día, montado en un caballo blanco, dirigirá a las huestes celestiales, que también cabalgarán en caballos blancos:
(Apocalipsis 19:11-14)11 Entonces ví el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Ver-dadero, y con justicia juzga y pelea. 12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre es crito que ninguno conocía sino él mismo. 13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. 14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.
Estos caballos se veían tan majestuosos como piezas de ajedrez de mármol. Parecían enormes estatuas que hubieran sido esculpidas de bloques de piedra, pero eran reales y estaban vivos. Sus cascos eran gigantescos. Los caballos eran de color blanco puro y muy señoriales.
Una mujer que vestía una bella túnica sonreía y hablaba a los caballos, dirigiéndolos a que doblaran su rodilla en alabanza a Dios. ¡Todos ellos, al mismo tiempo, hincaron su rodilla derecha y alabaron al Señor!
Pensé: “ qué hermoso!” Y me acordé de haber leído en la Biblia que toda criatura en el cielo y en la tierra honraría y alabaría a Dios:
(Isaías 45:23)
23 Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada. Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.
(Romanos 14:11)11 Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante míse doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. 9 lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dió un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
11 toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:9-11)
(Apocalipsis 5:13)13 Ya todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Había por todas partes paz, gozo y felicidad. Podía oír a personas que alababan a Dios.
De repente, no pude ver más al ángel que había estado conmigo, sino que allí, a mi lado, estaba Jesús.
Se veía muy alto de estatura. Llevaba puesta una túnica que era diferente a la de los demás.
Sus ojos penetrantes eran hermosos. Tenía una barba bien recortada y una cabellera muy tupida. Recuerdo haberlo mirado y haber pensado que la ternura de su mirada sobrepasa la capacidad de descripción de cualquier escritor. La hermosura del bendito Salvador inspiraba admiración y era maravillosa.
Todo dentro de mí quería alabarlo, adorarlo e inclinarse ante Él, Jesucristo, Rey de reyes y Señor de Señores. Gloria y poder lo envolvían completamente.
Me dí cuenta de que los ojos de Jesús habían tomado una apariencia de preocupación.
—Jesús —le pregunté—, ¿qué sucede?
—Hija mía, ¡mira!
Señaló con la mano hacia un edificio en el que ví una gran abertura. De ella fluía un gran caudal de gloria y poder.
Le volví a preguntar:
—Jesús, ¿qué significa esto?
—Hija mía, ¿ves las sanidades en estos graneros?
—Sí, Señor.
—Todas estas bendiciones aguardan al pueblo de Dios.
Los sufrimientos en esta vida son, en efecto, trágicos. ¡Cuántas enfermedades, dolencias, aflicciones físicas, deformidades y males semejantes sufren las personas aquí!
Se ven por todas partes. Sólo hay que pasar por los pasillos de cualquier hospital o centro médico importante. O visitar las salas de enfermedades contagiosas, las alas de salud mental, las instalaciones de cuidado intensivo, las salas de emergencia y otros lugares en que se atiende a la gente que sufre dolores terribles y angustia física y mental insoportables.
La enfermedad es el resultado de la caída de Adán y Eva en el huerto del Edén. Es una de las consecuencias del pecado. Algunos consideran la enfermedad como un fastidio, una tragedia de la condición humana o simplemente parte de la existencia normal. En realidad se trata de una maldición de satán.
La necesidad de curarse es abrumadora.
Las enfermedades son una corrupción de la voluntad de Dios. Constituyen un elemento no natural en la economía de Dios. No tienen su origen en Dios; no provienen del cielo. Las enfermedades surgen de una fuente mala, no de una buena.
Cuando lleguemos al cielo se terminarán para siempre todas las enfermedades y los sufrimientos. Pablo escribió acerca de la redención final de nuestro cuerpo:
(Romanos 8:18-19)8 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
El peor sufrimiento físico en esta vida no es digno de compararse con la gloria sumamente maravillosa que habrá después. En el cielo, con cuerpos perfectos, descansaremos en Cristo sin más dolores o aflicciones físicas. Sin embargo, también Él quiere que seamos sanados ahora.
Uno de los nombres de Dios en la Biblia es Jehová-Rafah, que quiere decir “el Señor nuestro Sanador”. Dios estableció un pacto especial de sanidad con su pueblo. Él le prometió a Israel:
(Éxodo 15:26)26 Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti;porque yo soy Jehová tu sanador.
Aunque la enfermedad forma parte de la maldición del pecado, Jesús ha quitado la maldición para los creyentes mediante su expiación por el pecado. Las heridas sufridas por Cristo pagaron el precio por el pecado. Él se convirtió en nuestro Salvador. Sin embargo, su sufrimiento hizo más que solamente pagar por nues tros pecados ¡estableció y autenticó a Jesús como Sanador!
(Isaías 53:5)
5 Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
(1 Pedro 2:24)24 "quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuísteis sanados.
El ministerio de sanidad de Cristo no cesó cuando Él se separó de los discípulos y ascendió al cielo. El libro de Hechos de los Apóstoles es una continuación “de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar” (Hechos 1:1).
Jesús dio forma a un ministerio de sanidad en la tierra y enseñó que la sanidad forma parte de los beneficios del reino. Antes de que regresara a su Padre, Jesús les dió instrucciones a los creyentes de que fueran a sanar a los enfermos.
Él dijo(Marcos 16:17-18): 17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nue vas lenguas; 18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
Jesús también nos dijo:
(Juan 14:13-15)
13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Pareció como si Cristo hubiera desaparecido y he aquí me hallaba andando con el ángel entre los graneros. Pensé: “Tantos graneros, Señor.”
Jesús habló a mi espíritu: “Hija mía, cuando ores por alguien en la tierra, pide en mi nombre. Acuérdate de que tú no eres la que sanas... yo soy quien lo hago. Pídeme que sane un ojo o una pierna y lo haré. Pídeme que enderece miembros torcidos o que cure cuerpos enfermos y lo haré. Cualquier cosa que quieras que yo haga, pide en mi nombre y lo haré. Tengo las respuestas esperando en estos graneros.”
Jesús recalcó que las bendiciones que había en es tos graneros eran para su pueblo y para los pecadores en la tierra. Me acordé de que Él había dicho que muy pronto habría una avalancha de sanidades en el mundo.
Pensé en las sanidades que ya están teniendo lugar en la tierra y pensé: “Señor, ¡qué maravilloso es que sanes nuestro cuerpo!”
Conforme envejecemos, nuestro cuerpo empieza a desgastarse o deteriorarse. Eso es un efecto natural del pecado y no seremos nunca enteramente libres de tales consecuencias. Pero Dios no desea que pasemos nuestros últimos años postrados e ineficientes. Él quiere mantenernos activos y productivos. Jesús murió a fin de que recibamos sanidad.
Jesucristo, el Hijo de Dios, derramó su sangre para que pudiéramos salvarnos del infierno. Si creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, tenemos esperanza. La esperanza para nuestra alma está en Jesús.
Jesucristo sufrió para la sanidad de nuestro cuerpo. Nuestros privilegios y bendiciones, y nuestra esperanza, sanidad y salud están en Jesús.
Él es la esperanza de nuestro bienestar físico.
Amados, hay graneros de bendiciones sin reclamar en el cielo. ¡Están listos para ser reclamados por la gente de Dios que pide con fe y en el nombre de Jesús!
Cuando estaba en la tierra, el Señor dijo una vez:
(Juan 14:2) “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy pues, a preparar lugar para vosotros”.
El lugar que está preparando está en el cielo. Es un lugar hermoso con muchas cosas bonitas. Conforme doy mi testimonio en este libro y conforme hablo del cielo, los pensamientos de ese lugar entusiasman mi alma. ¡Gracias a Dios por la hermosa Palabra que nos ha dado a sus hijos!
El cielo es un lugar de mucha actividad. Está lleno de ocupaciones y de emociones. Los ángeles siempre están haciendo algo; siempre están ocupados en empresas útiles e industriosas.
Uno de los propósitos de este libro es contarles cómo ví a los ángeles trabajar en el cielo. Ellos están felices y gozosos... nunca cansados, nunca tristes. Están siempre alabando Dios.
Los santos redimidos también están ocupados en el cielo. Siempre tienen trabajo que hacer su gozo y felicidad no tenían límite. Parecían estar siempre en movimiento, emprendiendo acciones maravillosas en la presencia del Señor.
Todo lo que se hacía ya sea individualmente o en grupos, era realizado en una manera ordenada. El cielo está completamente libre de impurezas e imperfecciones. Es perfecto en todos los sentidos. Todas las alteraciones y cambios a los que estamos familiarizados aquí en la tierra son desconocidos en el paraíso de Dios. Gozo y paz perfectos llenan el corazón, alma y cuerpo de todos los que están allí.
Un orden y un propósito divinos y perfectos caracterizan todo lo que sucede en el cielo.
Tanto los ángeles como los redimidos están continuamente ocupados en servicio excelente y alegre. Ninguno es perezoso. Nadie se aburre nunca. Los hijos de Dios, así como los ángeles y todos los seres celestiales lo sirven a Él día y noche para siempre.
Cuando recibamos nuevos cuerpos celestiales, después de la resurrección de los santos, no nos cansaremos ni nos debilitaremos. No conoceremos nunca la fatiga. Nuestro cuerpo sobrenatural y glorificado no perderá nunca su vigor. En la eternidad será suspendido el tiempo y las circunstancias no dañarán la mente, la voluntad o el cuerpo.
Para participar en las ocupaciones y disfrutes del cielo, deberemos tener una naturaleza celestial. Y es eso lo que sucede cuando nacemos de nuevo: somos “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4), como lo explicó Pedro:
(2 Pedro 1:3-4)"Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.
La arquitectura del cielo fue diseñaba y construida en la eternidad pasada por el Dios eterno. En una parte ví lo que parecía ser un bloque entero de la ciudad del cielo. Los edificios eran muy grandes y en la parte superior de cada uno había una corona enorme e impresionante hecha de muchas joyas.
No sé cuánta gente ocupaba esos grandes edificios porque no entré en ninguno de ellos. Pero eran todos majestuosos y espaciosos, muy superiores a cualquier cosa que jamás hubiera visto en la tierra.
Pensé en cómo dicen las Sagradas Escrituras que cuando trabajamos en la tierra para Jesús, estamos guardando tesoros en el cielo (Lucas 18:22). Me acordé de estos versículos:
(Apocalipsis 11:16-18)16 Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, 1 Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.
18 Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
(Lucas 6:23)
23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.
(Apocalipsis 22:12)12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
Según nos trasladábamos a otra parte del cielo, el ángel del Señor me dijo: “Ven y mira la gloria de tu Dios.”
El ángel me mostró los carruajes de Dios. Las ruedas de ellos eran tan grandes que son difíciles de describir. Estaban tachonados con preciosos diamantes, rubíes y esmeraldas.
Cada carruaje tenía por lo menos dos ruedas a cada lado. Las partes delanteras de ellos eran bajas y abiertas, como los trineos. Parecía como si estuvieran ardiendo, aunque sin consumirse nunca.
Los rasgos de todas las personas que ví en el cielo eran glorificados y bellos. Ninguna persona tenía cicatrices y todas se veían resplandecientes y atractivas.
He oído decir a la gente: “Bueno, vamos a ser sólo un vapor de humo.” No, ustedes no van a ser vapores de humo. Tendrán forma y rasgos corporales.
La Biblia dice que hay ancianos alrededor del trono:
(Apocalipsis 4:4)Y alrededor del trono había veinticuatro tronos, y ví sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas.
Los patriarcas en el cielo son hermosos redimidos de Dios que han muerto y partido antes que nosotros. Dios les ha dado vida eterna. Los ví como han de ser cuando reciban sus nuevos cuerpos glorificados después de la resurrección.
Amados hermanos, ustedes serán increíblemente felices en el cielo. Cuando estuve allí, los recuerdos de mi hogar quedaron muy lejanos. Allí no había tristeza, ni aflicción, ni sufrimiento, ni dolor. Yo estaba feliz en el gozo del Señor y sobrecogida por la hermosura de Él.
No había oscuridad en el cielo. Allí sólo había gloria, fuerza y poder en todas partes, en especial cuando uno se acercaba al trono. El río de la vida fluía de debajo del trono; era bello y parecía un mar de cristal:
(Apocalipsis 22:1)1 Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
Luego el ángel me dijo: “Ven y mira la gloria de Dios.”
Amados hermanos, fui tomada por el ángel a un paso muy rápido a un lugar donde parecía que las fuertes alabanzas a Dios y la música subían en intensidad y volumen. Era la música más bonita que yo jamás hubiera oído. Los sonidos de gozo y las exclamaciones a toda voz estaban por todas partes.
El ángel del Señor dijo: “Nos estamos acercando el trono.” Pensé: “ Dios, qué glorioso y qué bello!”
Cuando Dios habla, doce ángeles de gran tamaño, cada uno de ellos de 10 a 15 pies de estatura, se paran en el frente del trono. ¡Como tocan sus trompetas!
Hermosas gemas adornan la parte delantera de sus vestiduras. Con su música y con todas las demás cosas que dicen y hacen, influyen en el ambiente. Parece como si prepararan el camino para que el Señor hablara.
Pude ver una gruesa nube que envolvía al poderoso trono cuando el Señor hablaba o proclamaba un mensaje.
(Apocalipsis 4:5)
5 Ydel trono salían relámpagos y truenos y voces;y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
Entonces emanó un caudal de poder de la parte delantera del trono. En medio del trono, el Dios todopoderoso mora en una nube de gloria.
Cuando Dios habló, su voz sonó “como muchas aguas” (Apocalipsis 14:2); con todo, entendí cada palabra que pronunció. En una ocasión Dios empezó a hablar de la sangre de su Hijo. Habló de cómo la sangre de su Hijo fue derramada por todas las personas de la tierra. Dijo que la sangre de Jesucristo su Hijo nos puede limpiar de todo pecado (1 Juan 1:7) y extendió esta invitación:
(Apocalipsis 22:17)
17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
Dios dijo que la sangre de su Hijo fue derramada para redimir a los hombres y a las mujeres de sus pecados. Dijo que haber colocado a su Hijo en la cruz para darnos vida eterna lo valía todo y que la sangre de su Hijo había pagado el precio para redimirnos.
(Efesios 1:7) En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,
(Colosenses 1:14)14 En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
(Apocalipsis 1:5) Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sange.
Cuando estuve en el cielo, me fue muy emocionante escuchar la voz de Dios. Aunque era como un potente rugido, la voz de Dios era a la vez agradable. Pude en tender todo lo que decía.
Seguí pensando: “ Dios, qué hermoso! Lo has preparado todo. ¡Lo has hecho todo para nosotros, Señor! No podemos empezar ni siquiera a pensar en las cosas que has preparado para nosotros los que te amamos” (1 Corintios 2:9).
Recuerdo haber pensado: “El cielo es real. Estas personas son reales. Estos ángeles son reales. Todo esto es hermoso y real, y algún día lo voy a heredar si continúo sirviendo al Señor.”
Hablar del cielo y del esplendor de Dios es un gozo para mí. Le agradezco a Él con todo mi corazón poder servirlo. Agradezco a Dios que Jesucristo salvó mi alma de un infierno miserable. ¡Agradezco a Dios ser una hija del Rey nacida de nuevo, lavada en la sangre y que Jesucristo sea mi Señor!
Si usted aún no ha nacido de nuevo, necesita ser salvo de sus pecados. Necesita pedirle a Jesucristo que entre en su corazón y que salve su alma.
Crea que es el Hijo de Dios. Crea que Dios el Padre lo envió a esta tierra, que nació de María, siendo ella vírgen, y que es el santo Hijo de Dios, enviado para redimirnos del infierno. Sobre todo, necesita creer que Jesús ofreció el único sacrificio aceptable por sus pecados cuando murió en la cruz.
Lo que les sucede a los ninos
(Mateo 19:14)En tiempos bíblicos Jesús habló acerca de los niños pequeños. Él dijo “dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”.
Jesús también dijo lo siguiente:
Y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
(Mateo 18:3-4)
De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
(Marcos 10:15)
El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí;y el que a mí me recibe, no me reci be a mí sino al que me envió. (Marcos 9:37)
También en el Antiguo Testamento dice:
(Joel 1:3)
3 esto contaréis a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación.
Esta parte del cielo va a entusiasmar realmente a muchas personas. Muchos han criticado esto, pero sé que Dios me lo mostró. Sucedió durante uno de mis viajes al cielo.
Estaba yo con aquel gran ángel de potentes alas triangulares color arco iris. El ángel vestía una túnica blanca y reluciente, y su cabellera era como de oro trenzado. Sus rasgos eran hermosos y gloriosos. Estaba rodeado de luz y de poder.
Me dijo: “Ven y mira la gloria de Dios. Él me ha dicho que te debo mostrar el sitio al que van los niños y lo que les sucede cuando mueren.”
Deseo aclarar algo ahora mismo. Cuando el Señor Jesús me mostró el infierno, no ví a ningún niño. No hubo ningún niño pequeño o criatura en el infierno del que me pueda acordar.
Esto puede que no esta de acuerdo con las teorías de otros, pero les narraré lo que el ángel del Señor me mostró sobre el cielo y el infierno, y el lugar al que van los niños.
Alababa yo a Dios mientras viajaba con el ángel. Estábamos muy alto en la atmósfera cuando nos detuvimos y el ángel me dijo: “Te debo mostrar estas cosas.”
Cuando estuve con el ángel del Señor ocurrieron muchas cosas que ahora no recuerdo. No se me permitió acordarme de algunas de ellas. Hubo muchos acontecimientos que ocurrieron en mi viaje al cielo.., cosas que me fueran mostradas, pero que no puedo recordar. Sin embargo, ¡lo que sí se me permitió recordar es suficiente como para motivarme a narrarles acerca del cielo!
Daniel tuvo comprensión total de todas sus visiones y sueños. Con todo, cuando el Señor me tomó al cielo, ¡oh, hermanos, fue tal la gloria y el poder! Sucedían allí cosas que no me fueron explicadas, y sólo se me llevó a ciertas regiones del cielo. Para mí, la parte más maravillosa fue la de los bebés y los niños.
Cuando el ángel de Dios me dijo: “Ven y mira”, movió su mano en el aire y apareció la visión de un hospital. Ví a una mujer en la sala de partos que daba a luz una criatura.
El ángel del Señor me dijo: “Ella está teniendo un mal parto. El bebé tiene sólo tres meses de edad.”
Conforme contemplaba yo la escena, aparecieron cerca de su cama dos hermosos ángeles. En sus manos tenían lo que parecía ser una cesta hecha de mármol blanco y perlas. Era la cesta más bella que yo hubiera visto jamás. Se abría por el centro y se cerraba por los lados.
Los ángeles alababan a Dios. Los podía yo oír. Cuando la mujer tuvo el aborto espontáneo, el espíritu de la criatura, como un vapor, salió de aquel diminuto bebé. Los ángeles de Dios lo tomaron y lo pusieron en la cesta, cerraron la tapa y alzaron sus manos hacia el cielo.
Los ángeles comenzaron a gritar alabanzas al Señor. Lo aclamaban y lo exaltaban como Rey de reyes y Señor de señores, Creador de todo lo que hay en el cielo y en la tierra. Gritaban: “A Dios sea la gloria!”
Al pasar frente a nosotros, volvieron a decir: “Ven y mira.”
Regresamos al cielo a través de la puerta. ¡Oh, me pareció que ésa era la parte más bella del cielo! Yo no había estado antes en esa zona del cielo ni pasado por esa entrada.
Recuerdo haber acompañado a los ángeles a un determinado lugar del cielo. yo iba acompañada del ángel que me había estado escoltando. Subimos tan alto que pude ver de nuevo el trono y oír los gritos y las alabanzas a Dios. Esta vez parecía que nos acercábamos por el lado izquierdo del trono.
Recuerdo haber pasado por allí y haber pensado:
“ Dios, qué hermoso eres! ¡Qué maravilloso eres!” Las fuertes alabanzas a Dios y las glorias y los gritos se escuchaban por todas partes.
En realidad las Sagradas Escrituras hablan mucho de los ángeles. He aquí algunos ejemplos:
(Salmo 103:20)20 Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, pode rosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto.
El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende. (Salmo 34:7)
(Mateo 28:2-3)2 Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella.
Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.
Jesús habló de ser llevados al cielo por los ángeles:
(Lucas 16:22)22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió tam bién el rico, y fue sepultado.
Hay muchas referencias a los ángeles en la Pala bra del Señor. yo Pensé, precisamente, en cómo su Palabra comprueba las cosas una y otra vez. No obstante, cuando se le da una revelación a alguien, ésta sólo sirve para arrojar más luz sobre el asunto.
Mi llamamiento primario en Dios es en la esfera de sueños, visiones y revelaciones. Mi testimonio es que yo soy sólo una sierva del Señor y me fascina contar esta historia acerca de los niños.
¡Oh, la gloria que vimos y las voces de alabanza que oímos! Alrededor del trono había relámpagos, truenos y un arco iris. Había una imagen de un Hombre dentro de la nube de gloria que cubría el trono.
Los ángeles colocaron ante el trono la cesta que lle vaban y se inclinaron. Alzaron la punta de sus alas. Gritos de “Gloria!” y “ Aleluya" y "Alabado sea Dios!” resonaron por todo el cielo.
Otra vez parecía que nos hallábamos en un enorme anfiteatro. Los grandes ángeles tocaron las trompetas como si estuvieran anunciando algo.
Ahora bien, no ví a Dios, aunque sí ví la semejanza de Dios lo mismo que lo hizo Moisés (véase Éxodo 33:17-23). Entonces ví una mano abrir la cesta. Estoy segura de que era la imagen de la mano de Dios.
¡Amados hermanos, les digo que si solamente pudieran ver la gloria y el poder de Dios tal como Él me los reveló! ¡Su poder fue tan deslumbrante, hermoso y maravilloso!
Ví la mano salir de la nube y abrir la cesta. Sacó el almita de la cesta y la puso en el altar. Entonces ví manos empezar a trabajar en esa almita.
Cuando se completó la faena, empezó a aparecer la forma más bella y perfecta de humano. Ésta siguió desarrollándose hasta que se torno en el joven más apuesto que yo haya visto jamás.
No hay ningún defecto o ninguna señal de pecado en el cielo. Vino a mi mente la porción bíblica sobre la creación de Adán. Entonces el Señor dijo: “No hay imperfecciones aquí. Todo lo que se perdió debido al primer Adán ha sido restaurado por el segundo Adán.”
Es mi firme convicción de que las únicas señales del pecado que habrá en el cielo serán las cicatrices de las manos, pies y costado de Jesús. Ellas serán un recordatorio para siempre de que nuestro bendito Señor ha pagado el precio por nuestra redención.
Entonces ví lo que percibí que fuera la parte superior de la cabeza de Dios... parecida a la lana (Apocalipsis 1:14). Una transformación maravillosa ocurrió cuando Dios sopló en esa criaturita y se tomó en una creación completamente perfecta.
Los ángeles empezaron a gritar y a alabar a Dios. Conforme miraba yo esta poderosa manifestación del poder de Dios, se desvanecieron completamente todas las preguntas que había tenido en cuanto a lo que les sucede a los bebés y a los niños. ¡Ahora sé, sin duda alguna, que son perfeccionados por las manos de Dios!
Entonces el ángel y yo empezamos a ascender hacia otra zona del cielo. Había hermosos árboles por to das partes con toda clase de frutas en ellos. Veía flores de todo tipo.
Podía ver toda clase de aves.., algunas que no habíamos visto nunca antes. ¡Oh, la belleza del cielo es indescriptible!
Subimos muy alto hasta otra parte. Podía oír los gritos de gloria. Había junto a una puerta un gran ángel que vestía una túnica larga y blanca. Estaba situado detrás de un escritorio. Tomó un libro dorado del escritorio y se lo entregó a otro ángel.
El ángel que recibió el libro lo abrió y de él salieron rayos de brillante y luz chispeante. Me recordaron a millones de explosiones simultáneas de fuegos artificiales.
Entonces ví a padres y a miembros de familia que empezaron a deambular y a encaminarse hacia determinados individuos. Luego empezaron a gritar y a saltar. Yo no podía comprender lo que ocurría.
El ángel me dijo: “Esos seres queridos están reconociendo a los miembros de su familia.” Aquellos que habían perdido alguna extremidad o que eran paralíticos o que habían muerto prematuramente estaban ahora en un estado de perfección. ¡Habían sido sanados y sus extremidades restauradas!
En el cielo conoceremos a todos. Conoceremos a Abraham, a Isaac y a Jacob. Conoceremos a Moisés y a todos los profetas. Conoceremos a todos los discípulos del Nuevo Testamento.
Conoceremos a todas las personas en el cielo. Conoceremos de la misma manera en que Dios nos conoce (1 Corintios 13:12). Tendremos un conocimiento muy extenso.
Los ángeles me dijeron: “Ven. Entra por esta puerta.” Era la puerta más hermosa que yo he visto en el cielo. Estaba diseñada como si fuera una puerta de jardín con madera alrededor de ella, aunque hecha con lo que parecía piedra blanca o mármol. Hermosas flores crecían por todas partes.
Entonces pasamos por la puerta y presenciamos todo el maravilloso regocijo y la reunión de toda la familia de Dios.
El rey David sabía muy bien que cuando las criaturas mueren prematuramente por cualquier motivo, el alma de ellas va al cielo, donde algún día los miembros creyentes de la familia se les reunirán. Cuando murió su propio bebé, que había sido concebido fuera del ma trimonio producto de una relación adúltera con Betsabé, David se arrepintió sinceramente de su pecado y estaba seguro de que Dios lo había perdonado (Salmo 32:5). Debido a que David encontró paz en el conocimiento de que pasaría la eternidad con Dios (véase Salmo 23:6) y de que vería de nuevo a su hijo recién nacido (2 Samuel 12:23), pudo consolar a Betsabé en su aflicción.
He aquí el recuento bíblico del incidente:
13 Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás.
14 Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfe mar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha na cido ciertamente morirá.
16 David rogó a Dios por el niño;y ayunó David, y entró, y pasó la noche acostado en tierra. 17 Y se levantaron los ancianos de su casa, y fueron a él para hacerlo levantar de la tierra; mas él no quiso, ni comió con ellos pan.
18 Y al séptimo día murió el niño;y temían los siervos de David hacerle saber que el niño había muerto, diciendo entre sí.. Cuando el niño aún vívía, le hablábamos, y no quería oír nuestra voz; ¿cuánto más se afligirá si le decimos que el niño ha muerto?
19 David, viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; por lo que dijo David a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto.
20 Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió.
21 Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan.
22 Yél respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño?
23 ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí.
24 Y consoló David a Betsabé su mujer (2 Samuel 12:13-14, 16-24)
Un ángel del Señor me dijo: “Una criatura es un alma eterna a partir del momento de su concepción.” Si se termina la gestación de una criatura mediante un aborto o un mal parto o ésta muere por cualquier causa, Dios se entera de ello. Él ha dispuesto que sus ángeles se encarguen de ellas.
“Traemos sus almitas al cielo y Dios las completa. No importa si la criatura ha sido abortada o muere naturalmente. Será formada y moldeada a la perfección por la poderosa mano de Dios.
“Si los padres de estos niños viven rectamente en Cristo Jesús, cuándo vengan al cielo, serán reunidos y conocerán a sus seres queridos. ¡Se encontrarán con ellos en los portales de la gloria!”
A hora bien, alabo a Dios por la oportunidad que me ha dado de describir mi visión del cielo en un libro.
Ella arde continuamente en mi corazón. Mucha gente me ha animado a escribir este testimonio y a compartir la visión del cielo que Dios me ha dado.
He compartido la visión celestial, así como mis experiencias del infierno, en muchas iglesias en las que he ministrado.
Deseo compartir con usted otras escenas que ví en el cielo. Quiero que sepa que el cielo es real. Si ha perdido a algún ser querido, a alguien que haya partido al cielo antes que usted, sepa que se encontrará con esa persona en las puertas de la gloria. Quiero animar su corazón, porque tenemos una bendita esperanza en Jesucristo. Él ha ido al cielo a preparar un lugar para no sotros.
¡Parecía que los ángeles que veía en el cielo eran muy grandes y poderosos! Vestían relucientes túnicas que irradiaban enorme cantidad de luz. Eran poderosos y sinceros. Tenían su mente determinada a obedecer a Dios. Resultaba obvio para mí que los poderosos ángeles que veía en cada puerta de perla eran ángeles protectores.
Al ver la espada al costado de los ángeles, pensé:
“ Gloria a Dios! ¡Aleluya! Dios realmente protege a sus hijos.”
La Biblia, como saben, habla reiteradamente de los ángeles, pues se refiere a ellos en muchos pasajes. Es asombroso que a veces tendemos a pasar por alto cosas que la Palabra de Dios comprueba una y otra vez. Sin embargo, cuando se le da una revelación a alguien parece que ella arroja más luz sobre el asunto.
He aquí algunos ejemplos más de lo que la Biblia dice acerca de los ángeles:
(Salmo 91:11-12)11 Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos.
12 En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra.
(Génesis 24:40)
40 Entonces él me respondió: Jehová, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo, y prosperará tu camino;y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de mi padre.
(Apocalipsis 10:1)1 Ví descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
(Apocalipsis 18:1)1 Después de esto ví a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.
(Marcos 12:25)
25 Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos.
(Lucas 22:43)Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
(Hebreos 1:14)14 ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?
(Lucas 15:10)
10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Se me permitió entrar de nuevo a través de la puerta del cielo, y recuerdo que me sentí impresionada por la paz y gozo que allí había. ¡Oh, el glorioso canto y las alabanzas! Amados hermanos, no creo que nadie lo podría describir muy bien, porque en la tierra nunca se ha sentido una paz como esa. Desde el Edén, en la tierra no se ha experimentado nunca la paz, el gozo y el descanso que hay en el cielo.
En el cielo no hay enfermedades. En el cielo no hay sillas de ruedas. En el cielo no hay discapacidades físicas. En el cielo no hay dolencias. Todo es perfecto y hermoso. No hay corrupción. No hay mentiras. No hay pecado alguno, porque Dios no permitirá que entre un solo pecado por las puertas del cielo.
Con el ángel de guía nos movimos muy rápidamente. Dejamos atrás muchos árboles frutales que crecían junto al río de la vida. Cada uno de ellos estaba cargado de hermosas frutas.
Conforme avanzábamos, parecía que nos convertíamos en parte de la música. En todas mis visitas al cielo oí música y siempre era nueva. Escuché alabanzas musicales continuas elevarse en honor y alabanza a Dios.
El ángel de Dios me dijo: “Vamos a ir ante el trono para ver la adoración a Dios.” Alo largo del trayecto pa recía como que llegaban cientos de personas de todas partes del cielo. Iban a adorar al Rey de reyes y Señor de señores.
Mientras avanzábamos parecía como si cientos se convirtieran en miles y los miles en una cantidad innumerable. Acudían desde varias regiones del cielo. Aparentemente fuimos a una zona como la de un gran anfiteatro, descrita por Juan:
(Apocalipsis 4:2-5, 10-11)
2 Y al instante yo estaba en el Espíritu;y he aquí:, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.
Yel aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina;y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la es meralda.
4 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y ví sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas.
Y del trono salían relámpagos y truenos y voces;y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas de lante del trono, diciendo:
11 Señor, digno eres de recibir lagloriay la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, ypor tu voluntad existen y fueron creadas.
¡Y las nubes! Las más hermosas nubes flotaban dentro, fuera y alrededor del trono. Las nubes estaban moldeadas casi como las nubes en forma de hongo de una explosión atómica. Todas tenían una combinación de colores hermosos y gloriosos.
Había un deslumbrante arco iris por encima de todo ello. Es imposible imaginar la intensidad del poder de Dios.
Supe en mi corazón que la imagen de hombre que ví en las nubes era la representación de Dios.
Hace miles de años, Dios quiso hacer a un hombre a su imagen... y lo hizo.
(Génesis 1:27)
27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Dios tomó del polvo de la tierra, literalmente, e hizo a un hombre. Consideren el poder de Dios que de bió de haber estado presente: Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. (Génesis 2:7)
Entonces, por cuanto Adán estaba solo (“[…] para Adán no se halló ayuda idónea para él” [ 2:20]) Dios le indujo un sueño profundo, abrió su costado, le quitó una de las costillas y moldeó de ella a una mujer. El Señor formó a Eva, la eterna compañera y cónyuge de Adán, la cual también fue hecha a la imagen de Dios (Génesis 1:27). ¡Qué gloria se les dio a los humanos de ser hechos a la imagen de Dios!
Los testimonios de adoración celestial muestran la belleza y la santidad de Dios. Al llegar al lugar de reunión, pude ver a personas y ángeles por doquier. Me impresionó que todo se hacía ordenadamente. Por todas partes, la gente y los ángeles alababan a Dios.
El río de la vida fluía desde el trono de Dios. Era como un mar de vidrio, como un mar de cristal, pero que fluía.
Entonces, amados hermanos, ví caballos otra vez. Caballos grandes, blancos y magníficos se veían como si fueran de mármol. Eran hermosos y sin un solo defecto en ninguno de ellos. Eran elegantes, como piezas (de ajedrez, pero físicamente genuinos.
Las mantas blancas en la grupa de los caballos estaban uniformemente adornadas con rebordes de oro. Tenían riendas doradas en la boca. Tenían adornos en las patas e incluso en la punta de la cola. Esos caballos permanecían en atención delante del trono.
Me di cuenta de que los doce ángeles que están delante del trono llevaban al costado trompetas y cuernos musicales. Sus vestiduras, que flotaban y resplandecían, tenían adornos de oro y grandes rubíes y toda clase de enormes gemas incrustados.
De pronto, ví muchos instrumentos musicales. Se trataba de los instrumentos más espectaculares que uno jamás pudiera imaginar. ¡Oh, la belleza del cielo! Había muchas arpas. Miré para ver quiénes estaban situados en esos instrumentos musicales.
¡Pensé: “ gloria a Dios! ¡Aleluya!”
Entonces, amados hermanos, el Espíritu Santo me mostró algo con mucha claridad. La mujer que se hallaba en el centro del grupo de caballos se detuvo. Entonces los ángeles delante del trono, cada uno en su orden, tomaron la trompeta o bocina en su costado y comenzaron a tocar. Cuando tocaron esas bocinas, ¡oh, los sonidos de gozo y gran alabanza que subieron! Alguien en el cielo proclamó fuertemente:
Ahora es el momento de adorar al Rey de reyes y Señor de señores por sus gloriosos actos y su glorioso poder con respecto a los moradores de la tierra.
Es hora de darle a Él gran alabanza, de adorarlo con canción y con danza, de adorarlo con música y de adorarlo por su bondad.
Él es Dios. Es Rey de reyes y Señor de señores. Es el Redentor de la humanidad.
¡Según se anunciaban estas cosas, amados hermanos, sonaron las trompetas! Entonces, el ángel que leía el pergamino se puso de pie e hizo una señal.
De inmediato todos esos caballos magníficos doblaron las rodillas e inclinaron la cabeza uno después de otro en alabanza al nombre del Señor:
(Filipenses 2:10) 10 Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
(Apocalipsis 5:13)13 Ya todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Los caballos entonces empezaron a girar y a hacer cabriolas ante el Señor. Hacían toda clase de cosas para magnificar, alabar y adorar a Dios. ¡Oh, si sólo pudieran haberlo visto! Y Dios se agradaba de la adoración de ellos.
Amados hermanos, no creo que nos damos cuenta de cuánto le agradan a Dios nuestras alabanzas. Cuando pasemos por pruebas, quebrantos y angustias, Dios quiere que lo alabemos. Lo tenemos que alabar, no debido a las aflicciones o las pruebas, sino porque lo amamos.
Cuando lo adoramos, parece que lo hacemos en beneficio de Él y no el nuestro. Según lo alabamos por las cosas poderosas que ha hecho por nosotros, cambiamos nuestro enfoque de nosotros a Dios. Al entrar en el proceso de la adoración, nos damos cuenta de que Él es el que puede resolver los problemas que estamos confrontando y podemos confiar en que nos ayudará. De ese modo nos beneficiamos realmente cuando alabamos y adoramos al Señor en verdad.
En ese momento todos los músicos celestiales empezaron a tocar y entró otro grupo de adoradores. Millares de voces cantaron en honor y alabanza a Jesús.
Ascendió el sonido de gloriosa algarabía. Resonaba por todo el cielo. ¡Durante horas, me pareció, vibraron las alabanzas a Dios!
¡Cuán hermoso es oír y estar en medio de las alabanzas a Dios! Allí en el centro de los sonidos vibrantes y magníficos, la tierra me pareció hallarse muy lejos de mí. Las aflicciones y las dificultades me parecieron estar muy lejos de mí. Los horrores del infierno parecieron tan distantes.
No obstante, supe dentro de mí que tenía que hacer algo por Dios. El ángel de Dios me tocó y recibí fuerzas.
Me dijo: “Hija mía, Dios te ha permitido ver estas cosas para que las puedas contar y las puedas registrar. Las revelaciones, las visiones y los sueños te han sido dados para hacer conocer las cosas [ que Dios ha preparado para los que le aman [ y guardan sus mandamientos’” (1 Corintios 2:9; Deuteronomio 7:9).
¡Entonces, amados hermanos, oí la voz de Dios! Sólo el sonido de su voz me llenó de éxtasis.
Sonaba como el trueno, pero pude comprender lo que decía.
Caí sobre mi rostro, y empecé a adorar y a alabar al
Rey de reyes y Señor de señores.
Cuando regresé a la tierra y comencé a meditar en las muchas cosas maravillosas que Dios me había mostrado, miré en la Palabra de Dios. Parecía como si en cualquier parte que leía, hallaba algo sobre el cielo la majestad de Dios.
Quiero compartir con ustedes algunos de esos versículos de la Sagrada Escritura:
(Nehemías 9:6)6 Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran.
(Job 22:12, 14)12 ¿No está Dios en la altura de los cielos? Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están.
14 Las nubes le rodearon, y no ve; y por el circuito del cielo se pasea.
(Salmo 102:19)19 miró desde lo alto de su santuario; Jehová miró desde los cielos a la tierra,
(Salmo 103:19)19 Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.
(Salmo 148:13) 13 Alaben el nombre de Jehová, porque sólo su nombre es enaltecido. Su gloria es sobre tierra y cielos.
(Hebreos 12:22)
22 Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles.
Lo que sigue es un recuento veraz de una experiencia que tuve. Una vez más, el ángel del Señor vino a mí y me dijo: “Mira la gloria de tu Dios.”
Fui llevada instantáneamente a las alturas y a través de una de las puertas al cielo. Cada puerta estaba hecha de una perla exquisita, con diseños en ella. ¡El atractivo del cielo es impactante!
Pasamos por el río de la vida y pude oír a la gente gritar y alabar a Dios en las márgenes del río. Fui llevada delante del trono de Dios, como se describe en el capítulo 4 de Apocalipsis. ¡Oh, qué algarabía y qué adoración!
Amados hermanos, ví el trono de Dios exactamente como lo describe la Sagrada Escritura. Tiene un arco iris a su alrededor. Está opacado por la nube de gloria y el brillo del poder de Dios. Oí voces, ví relámpagos y oí truenos. ¡Ví las manifestaciones divinas del poder de Dios!
Y del trono salían relámpagos y truenos y voces;y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
(Apocalipsis 4:5-6)6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás.
Conforme observaba, oí las voces multiplicadas de muchos ángeles alrededor del trono. El número de ángeles allí era incontable. Entonces ví a los seres celestiales y a los ancianos. Había cuatro de los seres celestiales y veinticuatro ancianos. Esta escena ha sido también descrita por Juan en Apocalipsis:
(Apocalipsis 5:11)
11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,
(Apocalipsis 7:11)11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vívientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,
Durante este viaje en particular al trono de Dios ví los cuatro seres vivientes que están delante del trono de Dios. Estos seres que ví alrededor del trono eran aquellos descritos en la Palabra de Dios.
Todos los seres celestiales tenían ojos grandes; algunos en el frente y otros en la parte de atrás. Podían ver hacia el frente y hacia detrás de ellos. Eran muy grandes y algo nunca visto en la tierra.
Cada uno de ellos tenía seis alas. Uno tenía cara como de león. El segundo, cara como de ternero.
El tercer ser viviente tenía cara como de hombre. Imaginen, si pueden, a un ser muy alto con seis alas. Tiene cara de hombre. El cuarto ser viviente era como un águila voladora.
Todos esos seres fascinantes exclamaban constan temente: “Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso.,
Debido a que yo nunca antes había visto algún ser que se semejara a ellos, me parecían muy ex traños. Sabía, sin embargo, que Dios había creado a estos seres santos del cielo. Alabo sea Dios por sus hechos y su poder. ¡Dios es un Dios majestuoso! Según miraba yo a esos seres, empezaron a alabar y a adorar al Dios To dopoderoso.
Quiero que entiendan que después de haber visto en mi visión a los seres celestiales de Dios hice un estudio acerca de ellos y descubrí en el libro de Apocalipsis la asombrosa descripción de Juan de lo que yo había presenciado. He aquí la manera en que los describió
Juan:
(Apocalipsis 4:6-8)6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos de lante y detrás.
El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando.
8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos;y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
La Biblia nos habla acerca de esos seres vivientes y de sus obligaciones. Dan continuamente alabanza y honra a Dios. Junto a los veinticuatro ancianos su principal ocupación es adorar al Señor:
(Apocalipsis 4:8-11)
8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,
10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas de lante del trono, diciendo:
11 Señor, digno eres de recibir la gloriay la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
(Apocalipsis 5:9-10)
Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y puebloy nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
(Apocalipsis 5: 11-14)11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones,
12 que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, lagloria y la alabanza.
13 Ya todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
14 Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.
(Apocalipsis 7:11-12)11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,
12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sa biduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!
Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes.
(Apocalipsis 19:4-6)
6 Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!
También se describen otras obligaciones de los se res vivientes en Apocalipsis:
(Apocalipsis 5:8)8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
(Apocalipsis 6:1)1 Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira.
(Apocalipsis 15:6-8)6 Y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplan deciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro.
Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos.
8 Yel templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles.
Ví a una innumerable multitud de ángeles cuando empezaban a adorar al Señor. Oí y experimenté la inolvidable escena del momento en que los ancianos alrededor del trono se unían a ellos. También me uní a la adoración al Rey, mientras pensaba: “ qué glorioso es ver la potencia del Dios Todopoderoso!”
Cuando Jesucristo me reveló el cielo, fui transportada allí en diez visitas mediante la potencia del Dios Todopoderoso. Sucedió inmediatamente después de la etapa en que me mostró el infierno.
Las visitas divinas empezaron durante la época de Semana Santa. Jesús se me apareció de 2:00 AM. a 5:00 AM, durante treinta noches, y me mostró el destino de los que lo rechazan. Antes de que viera yo el cielo, me llevó al centro de la tierra y me mostró la morada de los muertos.
Escribí una revelación divina del infierno, libro en el que relato mis experiencias en ese lugar. Después de esos treinta viajes a las profundidades del horror, durante diez noches; Jesús, me mostró el cielo y su gloria. También tuve muchas otras visitaciones del Señor.
El presente es un recuento veraz de lo que me sucedió. El Espíritu del Dios vivo me reveló todo lo que les relato.
Cuando Jesucristo me llevó en esos viajes, quedé fascinada porque en el cielo no hay aflicción ni muerte ni sufrimiento. En el cielo sólo hay gozo, paz, felicidad y el fruto del Espíritu por todas partes.
Quedé fascinada también por los millares de ángeles de Dios que habían allí. Algunos tenían alas; otros no.
En cada uno de mis viajes al cielo observé que los ángeles siempre estaban ocupados. Ellos realizaban tareas y se encargaban constantemente de cada detalle. Me pareció que cada ángel tenía sus deberes particulares y ciertos trabajos que realizar. Pero todos siempre alababan a Dios y llevaban a cabo sus obligaciones en forma feliz según se ocupaban de sus asuntos.
Todos los ángeles se ocupan constantemente de sus obligaciones. Por ejemplo, cuando llegan nuevas almas al cielo, los ángeles las reciben e inmediatamente las ayudan a cruzar el río de la vida. Ellos luego las escoltan a un lugar en el que otros ángeles les proporcionan las vestiduras de salvación, que son los mantos de justicia. Entonces los guías angelicales las conducen a la habitación de las coronas, en la que a cada persona se le pone una corona.
Todo ello se hace en un orden hermoso y perfecto. Los ángeles son perfectamente felices mientras lo hacen.
Nunca ví campanas en el cielo, aunque las oía sonar constantemente. Me contaron que cada vez que sonaba una campana era porque en ese momento se ha bía salvado un alma en la tierra. A eso se le llama “las glorias del cielo”.
Observé que durante mis viajes al cielo había visto hermosas mesas. No sé cómo describirlas adecuadamente.
A veces he visto en la tierra juegos de muebles de estilo victoriano o de algún otro estilo con diseños elaborados en sus piezas. Probablemente al dar un paseo hayamos visto tales piezas hermosas, como una mesa recostada a una pared u otra con un jarrón o un libro sobre ella. Pues en el cielo vi mesas de ese tipo por todas partes, aunque diseñadas y elaboradas con mucha más exquisitez.
Allí también había libros por todas partes, así como muchas otras cosas.
Amados hermanos, sean conscientes de que cada vez que ofrenden dinero, cada vez que den sus diezmos, todo lo que hagan para la gloria de Dios quedará registrado en el cielo. Me acuerdo de esto muy bien porque cuando el Señor me mostró su gloria y poder, ello produjo en mi mente una impresión indeleble.
Durante mis viajes, me di cuenta de que muchos ángeles llegaban al cielo con informes procedentes de toda la tierra. Iban a cierta habitación que tenía un ángel registrador a su cargo. El ángel mensajero leía el informe y el ángel registrador le preguntaba: “ testigo? ¿Viste suceder esto?”
Cuando se confirmaba el informe se anotaba en un libro. Esos libros se llevaban finalmente al trono de Dios. Pero primero tenían que pasar por un proceso especial.
Me acuerdo vívidamente que el Espíritu del Señor se movía constantemente en el cielo. Mucho más de como lo hace en la tierra. Los sucesos en la tierra siguen el modelo de lo que ocurre en el cielo, aunque los acontecimientos terrenales son solamente pálidos reflejos de los del cielo. En el cielo abunda una música increíble, las alabanzas sin impedimento y otras glorias que los de la tierra no pueden jamás imaginarse.
Dios quiere que las personas lo alaben. Desde el principio de Génesis hasta el final de Apocalipsis Dios expresó su deseo de que una familia lo amara.
Mientras usted lee este libro, acuérdese de que el cielo es un lugar que Dios ha preparado para los que lo amamos. Algún día yo iré allí. Algún día usted irá allí si nace de nuevo, si se ha arrepentido de sus pecados y si tiene a Jesucristo en su corazón.
Él puede limpiar sus pecados mediante su sangre preciosa. Permítame hablarle de la sangre del Cordero, de la preciosa sangre de Jesús.
Describí con anterioridad las habitaciones de registro, pero ahora quiero describir otro aspecto. Habían varios ángeles sentados en cierta sección de las habitaciones de registro. Tenían cubetas de oro delante de ellos. Esto es también parte de “las glorias del cielo”.
Delante de los ángeles había montones de libros. Parecía que algunos de los marcadores dentro de los libros eran mensajes de la tierra. Cada mensaje tenía que ser examinado por un gran ángel registrador.
Ví a otros dos ángeles que traían mensajes procedentes de la tierra. Un nuevo mensaje venía cada vez que alguien nacía de nuevo y había sido salvo genuinamente de sus pecados al aceptar a Jesucristo en su corazón. Cuando alguien se arrepentía sinceramente de sus pecados y le pedía a Jesús que fuera su Salvador y Señor, quedaba registrado que dicha persona le había entregado su vida al Señor.
Cada uno de los ángeles con cubetas de oro tomaba un libro del montón. Cada ángel tenía en su mano lo que parecía un paño manchado de sangre. El paño rojo tenía una mezcla de gloria, luz y poder. No era sanguiñolento ni nada parecido... ¡era hermoso!
Cada ángel colocaba delante de él el libro seleccionado y, empezando por la primera página, limpiaba el registro escrito con el paño manchado de sangre. Guiado por Dios, el ángel borraba la historia vieja de ese pecador y registra ba que él o ella recientemente había nacido de nuevo.
(Isaías 43:25)
25 Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.
Hijos, la Palabra de Dios es verdadera. Dios de veras perdona nuestros pecados. Fue tan hermoso ver a los ángeles lavar las páginas. ¡Aleluya, Dios borra la lista de cada uno de nosotros!
Conforme veía esta escena magnífica, oí a los san tos en la gloria cantar:
¡Oh, sólo de Jesús la sangre
Pudo quitar mis pecados!
¡Oh, sólo de Jesús la sangre
Me pudo sanar hoy!
¡Oh, sólo de Jesús la sangre
Me pudo limpiar hoy!
Y luego oí a los ángeles cantar esta canción:
Otro más ha sido redimido
Por la sangre del Cordero.
Otro más ha sido rescatado De las garras del diablo
Por la sangre del Cordero.
Otro más ha sido salvo del infierno
Por la sangre de Jesucristo.
Usted nunca se avergüence de clamar al poder de la sangre de Jesucristo. ¡Su sangre fue vertida hace casi dos mil años para quitar nuestros pecados y nunca ha perdido su poder desde entonces! Jesús venció al diablo “una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7:27) y fue a la cruz por nosotros.
Cristo bajó de la gloria. Nació de una vírgen. Dio su vida para que pudiéramos ser redimidos por su preciosa sangre. Lo hizo para que no tuviéramos que ir al in fierno, el horrible lugar que me mostró.
Queridos amigos, el evangelio es verdadero. ¡Cuánto me regocijé cuando vi a los ángeles quitar de los montones de libros toda la historia vieja! Borraron todo el pasado viejo, todos los pecados viejos, todas las cosas sucias. Todas las cosas viejas desaparecieron; la sangre de Jesús las borró todas.
Jesús es el único que puede hacer eso por usted. Usted mismo no lo puede hacer.
Me encantan los altares de Dios. Cuando visito una iglesia llena del Espíritu que tiene un altar hermoso, sé que allí se han vertido muchas lágrimas.
En el Antiguo Testamento Dios ordenó a su pueblo repetidamente que fuera a quitar los viejos altares paganos. He aquí un ejemplo:
Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y destruiréis las esculturas de sus dioses, y boraréis su nombre de aquel lugar.
No haréis así a Jehová vuestro Dios,
(Deuteronomio 12:3-4)
El pueblo de Dios debía deshacerse de los altares pecaminosos que no le dieran alabanza a Él. Tenían que quitar los altares que no lo honraran o reverenciaran a Él, y luego tenían que edificar y mantener altares solamente para la adoración del Señor. He aquí un ejemplo de esas instrucciones:
(Jueces 6:25-26)
25 Aconteció que la misma noche le dijo Jehová [Josué]: Toma un toro del hato de tu padre, el segundo toro de siete años, y derriba el altar de Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él;
26 y edifica altar a Jehová tu Dios en la cumbre de este peñasco en lugar conveniente; y tomando el se gundo toro, sacrifícalo en holocausto con la madera de la imagen de Asera que habrás cortado.
Cuando predico en servicios religiosos por todo el país, pienso en los altares de Dios. Cuando venimos al frente del altar de una iglesia y derramamos nuestro corazón a Dios, no nos avergonzamos de Él. Un altar consagrado es un sitio en el que podemos estar en la presencia de Dios, donde lo podemos invocar, confesarle nuestros pecados y pedirle que nos perdone.
¡Muchos de nosotros sentimos allí su presencia reverencial! Podemos saber que contesta nuestras oraciones. Aveces podemos sentir sus brazos alrededor de nosotros. Hay algo especial y maravilloso en torno a los altares... esos altares tradicionales de Dios en las iglesias. Allí puede uno ir y arrodillarse y sencillamente adorar al Señor.
Uno puede alabar a Dios en la casa también. Uno puede hacerlo en el auto. Lo puede uno alabar en cualquier sitio. Sin embargo, permítame decirle algo: el altar es el lugar apropiado para una cita de íntima comunión con Él.
Cuando los profetas del Antiguo Testamento le hacían altares al Señor, clamaban y se arrepentían a Dios por los pecados del pueblo, así como por sus propios pecados. En el altar se arrepentían y ofrecían sacrificios de sangre en nombre del pueblo y Dios aceptaba sus sacrificios.
Puesto que Cristo hizo el último sacrificio por nues tros pecados mediante la sangre que Él vertió, no necesitamos ofrecer más sacrificios. Con todo, todavía necesitamos arrepentimos cuando sentimos convicción de pecados y uno de los mejores lugares para hacerlo es en el altar. Cuando veamos un altar de iglesia consagrado, de ser posible, nos debemos arrodillar en él y orar a Dios.
Es muy importante que tengamos un altar. Necesitamos uno en nuestro hogar para que podamos hablar con Dios y tengamos un lugar para estar a solas con Él.
Cuando predico siempre les digo a las personas:
“No se avergüencen de venir a este altar. Aquí tendrán un encuentro con Dios.”
Sí, podemos tener un encuentro con Él en nuestro asiento. Sin embargo, hay algo especial en torno a un altar santificado y utilizado con frecuencia donde pue da uno humillarse, alzar sus manos, y decir: “Heme aquí, Señor. Toma mi vida. Úsame para tu gloria.”
Necesita usted pedir con seriedad y de todo corazón. Dios busca a un pueblo que lo ame y lo alabe. Dios busca a un pueblo que abandone sus malos caminos y se vuelva a Él. Busca a un pueblo que lo adore en espíritu y en verdad.
(2 Crónicas 7:14)14 Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, yperdonaré sus pecados, y Sanaré su tierra.
(Juan 4:23-24)
23 la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
Sea sincero con Dios. Sea veraz con Dios. Cuando acuda al altar, no se arrodille a decir: “María hizo algo malo” o “José hizo algo malo”. Diga: “Dios, yo soy el que pecó. Necesito tu perdón.” Y luego perdone a aquellos contra los que tenga usted algo... Perdónelos.
Amados hermanos, el Señor busca a un pueblo liberado, para que se abran los ojos ciegos y los oídos es cuchen 1 que el Espíritu del Señor dice a las iglesias (Apocalipsis 2:7).
¡Oh, las glorias del cielo! ¡Si sólo pudiera usted mirar lo que allí le aguarda!
En la vida diaria pasamos por muchas pruebas y tribulaciones. A veces parece que el enemigo intenta robárnoslo todo, pero Dios nos da paciencia para soportar y, al final, nos da la victoria. Hay muchas presiones en la vida, pero en nuestro Señor hay paz y seguridad.
Si no tiene usted una iglesia local buena y estable, le ruego que busque una en la que se predique la verdadera Palabra de Dios y en la que se crea en que el Todo poderoso es capaz de trasformar vidas y corazones. Encuentre una iglesia que crea en el poder del Espíritu Santo. Allí se le enseñará la sabiduría de Dios y podrá ser liberado de sus dificultades y aflicciones.
Es importante reunirse con el pueblo de Dios. La Biblia nos dice que debemos congregarnos (Hebreos 10:25). No intente estar completamente solo allá afuera. Dios lo ama y también hay otros hijos de Dios que lo aman.
Otra parte de las glorias del cielo incluía algunos de los misterios que se han de revelar aún. No se me permitió verlos.
No obstante, en uno de los viajes, ví casas y mansiones hermosas. Esta parte pareció pasar muy rápidamente. Luego fui llevada a donde ví a los ángeles efectuar toda clase de tareas. Parecía que venían de la tierra de una manera ordenada y que entraban por las puertas con papeles en las manos.
A veces los ángeles tenían libros en los que habían estado escribiendo. Iban con esos informes a ciertas zonas del cielo. Luego los informes se anotaban en libros,a fin de mantener registros de las recompensas de los creyentes.
Cuando usted vaya al cielo se le recompensará por cualquier cosa que haya hecho por Jesucristo. Es por eso que escribo este libro. Escribo mis visiones del cielo en favor del Señor Jesucristo y para su gloria y honra.
Quiero que usted entienda la parte de los misterios del cielo que Dios me mostró. Sólo le puedo contar lo que vi, por cuanto me fueron revelados los misterios so lamente en parte. La Biblia dice que ahora “en parte conocemos, y en parte profetizamos” (1 Corintios 13:9).
¡Alabado sea Dios, cuando alcancemos nuestro destino final, nuestro hogar final, se dará respuesta a todas nuestras preguntas, todas nuestras oraciones serán contestadas y serán satisfechos todos nuestros más profundos anhelos!
En este capítulo quiero narrarles acerca de mis visiones de los ángeles cuando trabajan. Deseo que ustedes entiendan algunas de las cosas hermosas que Dios me mostró. Quiero proporcionarles algún gozo y deleite al saber lo que les aguarda cuando trabajan para el Señor.
Dios es maravilloso, ya que “ no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Él desea mostrar estas cosas a los que sean sensibles a sus revelaciones y luego proclamen su mensaje.
Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios.
¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo? Anúncien les lo que viene, y lo que está por venir.
(Isaías 44:6-8)8 No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno. 2 Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión,y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. (Habacuc 2:2)
Hay muchos ejemplos bíblicos de que Dios quiere revelarnos cosas a través de sus representantes designados. La Palabra de Dios es segura y verdadera.
Según la Biblia, Daniel tuvo visiones del Señor:
(Daniel 7:1)1 En el primer año de Belsasar rey de Babilonia Daniel tuvo un sueño, y visiones de su cabeza mientras estaba en su lecho; luego escribió el sueño, y relató lo principal del asunto.
Juan el Revelador también vió visiones del Señor y le fue dicho que las escribiera: “Escribe en un libro lo que ves” (Apocalipsis 1:11).
Isaías fue un gran profeta con un mensaje crucial para Judá debido a sus visiones y a su valor al contarlas. Su libro empieza: “Visión de Isaías hijo de Amoz, la cual vió acerca de Judá y Jerusalén” (Isaías 1:1).
Ezequiel fue llamado y ungido para un ministerio profético debido a que tuvo visiones de Dios (Ezequiel 1:1).
Dios, en su piedad infinita, ha tenido a bien elegirme y mostrarme visiones de Él. Lo alabo por ello. Cuando estoy en oración y meditación buscando a Dios sobre determinados asuntos, se me permite atisbar en los misterios mediante el Espíritu. Él me revela ciertas cosas.
Mi llamamiento en Dios es el de recibir sueños, visiones y revelaciones, y contárselos a los demás. Como sierva ungida del Señor, sencillamente describo lo que me ha mostrado. Creo que ese es mi rol bíblico.
Al inicio de estas experiencias, el Señor Jesucristo se me apareció a fin de mostrarme el infierno. Apareció vestido con una túnica blanca y resplandeciente, lleno de luz y de poder. Me pareció que Jesús tenía aproximadamente seis pies de estatura. Su barba se veía elegantemente recortada. Su gruesa cabellera se apoyaba ligeramente en sus hombros. Sus hermosos ojos eran penetrantes.
El retrato de Cristo que más se acerca a la forma en que lo ví en mis visiones es el que lo muestra en el muro de Lamentaciones, orando por los judíos e Israel. Jesucristo tiene tanto amor y compasión por nosotros, como bien lo representa el pintor en ese retrato, que hará grandes esfuerzos para mostrarle a una persona el infierno y el cielo y las cosas del porvenir.
Observen lo que dice la Biblia:
(2 Reyes 6:17) 17 Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
Cuando estuve en el cielo, vi carros de fuego conducidos por ángeles. Eran vehículos muy grandes y me maravillé de su esplendor.
Miren este versículo de la Biblia acerca de los ángeles:
(Hechos 1:10)
10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas,
¿Cómo puede uno leerlo y no creerlo? Cuando Jesús fue trasladado al cielo, Dios le mostró abiertamente ángeles a su pueblo.
Amados hermanos, nos tenemos que dar cuenta de que en estos últimos tiempos Dios quiere revelar su glorioso poder y sus maravillosas obras. Dios tiene visiones que mostrarnos. Quiere comunicarnos estas verdades a fín de que nos entusiasmemos y nos gocemos al trabajar para Él en esta tierra.
Después del tiempo de estas visiones, ministraba yo en el servicio religioso de cierta iglesia. Había estado en profunda oración y meditación. Esa noche ví ángeles en la iglesia por todas partes. Todos tenían espadas doradas en la mano.
El Espíritu del Señor me habló. Me dijo de una manera clara:
Hija mía, cuando venga el momento de orar por las personas, deseo sanar determinados problemas físicos. Quiere que esto sea una señal en tu ministerio de que el testimonio del infierno es verdadero. He dado mi palabra de que daré señales y prodigios, y de que obraré milagros cuando se predique el evangelio del Señor Jesucristo.
¡Me sentí tan emocionada! En mi espíritu vi a un ángel anotar cosas en un gran libro según yo predicaba. Parecía como si el techo se hubiera abierto y yo pudiera tener una visión del trono de Dios. Los ángeles se regocijaban y alababan a Dios.
Cuando llegó el momento del llamamiento al altar, vi a ángeles pasearse por la congregación, tocando ligeramente a las personas para que fueran al altar a entregar su corazón al Señor. Cuando ví a los ángeles tocar el corazón de los individuos, empezaron a salir del corazón de ellos los pecados más negros según se arrodillaban y oraban a Dios. ¡Oh, qué hermoso!
En mi espíritu podía ver las cadenas que envolvían a la gente. Según las personas recibían el perdón, parecía que los ángeles rompían las ataduras de cadenas y se las quitaban. Las cadenas se rompían conforme la gente empezaba a alzar sus manos y a confesar sus pecados al Señor.
Hubo gritos y algarabía por todas partes de almas que habían sido liberadas. Fue maravilloso. En muchos de mis servicios por todo el mundo Dios hizo grandes milagros como estos, y maravillosas liberaciones empezaron a suceder.
Alabo a Dios por sus señales, prodigios y milagros. Sé que los ángeles obran y me ayudan en el ministerio del Señor Jesucristo.
Deseo contarles algo más. Según se hablaba la Escritura, parecía que la Palabra subía de la página y tomaba forma de espada. Esa espada luego atravesaba el cuerpo de cierta persona e iba directamente al problema para sanarlo.
¡La gloria de Dios estaba por todas partes! Estaba asombrada. Alabo a Dios por las bendiciones del cielo en la tierra y por esta revelación hermosa de su Pala bra.
En muchos de los servicios religiosos a los que asisto, veo tantas cosas hermosas que hacen los ángeles. Los ángeles, en realidad, son espíritus ministradores del Señor enviados para servir a los herederos de salvación (véase Hebreos 1:13-14).
Una vez vi profetizar a un ministro. Según él profetizaba, Dios abrió mis ojos para ver a un ángel encima de su cabeza. El ángel vertía sobre él, de un cuerno, lo que parecía aceite mezclado con fuego.
Luego tuve una visión del corazón del hombre. Estaba lleno de la Biblia, la Palabra de Dios. Parecía como si la Palabra surgiera de su corazón, pasara por su garganta y saliera por su boca.
Yo podía ver la Palabra según salía por su boca. Al salir al aire parecía convertirse en una espada de dos filos.
Otro ángel registraba lo que el hombre de Dios decía.
Pensé: “Oh, Dios, esta es tu Palabra genuina que sale hacia las personas.”
Entonces ví a uno de los ángeles que sostenía las Sagradas Escrituras. Según el hombre empezaba a predicar la Palabra viva de Dios, parecía como si las palabras saltaran de las páginas de la Biblia, pasaran a su corazón y salieran por su boca. Según sucedía esto, las palabras de la Biblia se convertían en una espada de dos filos.
Según el ministro oraba por los enfermos o afligidos por dolencias, parecía que el Señor me permitía ver una mancha oscura en un pulmón, una pierna, un corazón, o dondequiera que estuviera el achaque. La espada de la Palabra iba al lugar afectado del cuerpo y se empezaría a concentrar calor alrededor de él.
Muchas veces, cuando se ora por las personas para que sean sanadas, ellas dicen: “Oh, siento el calor del Espíritu.”
Se me permitió ver espiritualmente cómo se quemaba realmente la enfermedad para eliminarla del cuerpo de una persona. Fue tan hermoso el modo en que empezó a funcionar la revelación de la Palabra de Dios. Cuando ví que empezaban a crecer piel nueva y células nuevas en sustitución de las viejas, empecé a alabar al Señor.
Más tarde, al hablar con algunos de ellos, me dije ron: “Fui milagrosamente sanado ese día.”
Aquí en la tierra vemos solamente en parte y sabemos solamente en parte. Vemos y sabemos solamente lo que Dios permite. Lo que ví fue sólo lo que Dios me permitió ver y le doy toda la gloria y honra a Él.
Comencé a ver la importancia y la necesidad de profetas en el mundo de hoy tanto como en los tiempos bíblicos. Empecé a ver la importancia de todos los cinco ministerios que se mencionan en Efesios:
(Efesios 4:11-12)11 Yél mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
Percibí cuán importante es cada uno de ellos en el cuerpo de Cristo.
La Biblia nos dice que podemos “ pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). La Palabra nos asegura que tenemos “libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Hebreos 10:19), porque “ todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22).
Amigos míos, yo puedo testificar que esto es cierto. La sangre de Jesucristo es la que hace expiación del alma. Su Palabra y su sangre obran juntas en la gracia.
¿Cuántas veces tenemos grandes necesidades? Padecemos enfermedades en nuestro cuerpo. Atravesamos angustias. Pasamos por un divorcio. Uno de nuestros seres queridos ha muerto. Un hijo se nos ha ido al mundo. Parece como que no nos llega ningún dinero y necesitamos ayuda. En tiempos como ésos acudimos confiadamente al trono de Dios y oramos: “Dios, necesito tu ayuda.”
En las visiones que Dios me dió de escenas en la tierra, cada vez que los creyentes clamaban al Señor para que los ayudara, la Palabra de Dios estaba presente. En una de ellas un ángel tenía una enorme Biblia en las manos. Entonces vi que el ángel abrió la Palabra de Dios y se la lanzó en el rostro a Satanás. El diablo estaba allí en forma de espíritu malo o de serpiente. Cuando el ángel abrió las Sagradas Escrituras, el diablo cayó literalmente hacia atrás, gritando, por que sabía que el ángel estaba utilizando contra él la espada de dos filos.
Ahora bien, necesito decirles que las cosas que veía en mi espíritu no eran siempre acontecimientos dentro de la iglesia que estaba yo visitando en el momento.
Yo veía cosas en mi espíritu que podían estar ocurriendo a kilómetros de distancia. A veces no sabía dónde o cuándo estaban teniendo lugar.
Gracias a Dios, Jesucristo derrotó a satanás de una una vez y para siempre en la cruz para que nosotros podamos tener libertad y vida. Podemos ahora acercarnos confiadamente al trono de la gracia dondequiera que estemos.
La misericordia y la gracia de Dios son reales y están presentes para sanar toda enfermedad y dolencia por medio de sus Sagradas Escrituras. Quiero que usted se anime en la Palabra de Dios hoy.
Si tiene alguna necesidad, acuda confiadamente al trono de la gracia y pídale a Dios que lo ayude. Los ángeles de Dios son “ espíritus ministradores, en viados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Hebreos 1:14).
Soy consciente de ello, basada en la Escritura, y lo creo. Además, lo sé a ciencia cierta. Lo he visto muchas veces en el ámbito espiritual. Cuando clamamos al Señor, Él envía ángeles para ayudarnos con el poder y la potencia de su Palabra y de su Espíritu.
Cuando en un servicio religioso se han echado fuera demonios de alguien, he visto que los espíritus malos salen como oscuras sombras o apariciones. Cuando se ha invocado el nombre de Jesús, he visto que los ángeles toman a ese espíritu malo y lo atan con una cadena. Al verlo, he pensado: “Dios, qué hermoso es que tu Palabra libra de los poderes malignos a estos endemoniados.”
Es la Palabra del Señor la que obra. Es la Palabra de Jesucristo. Solamente en su nombre —el de Cristo— es que esto funciona.
Recurra al nombre de Jesucristo. Él lo salvará. Lo hará una nueva criatura, lo librara de sus pecados y le dará un hogar eterno en el cielo.
Una vez estuve en el país de Malasia. La gente tenía mucha hambre del Señor y supe, mediante la presencia de Dios, que allí habría un poderoso movimiento del Señor. Conforme la gloria de Dios empezó a caer sobre nosotros, fue como la lluvia.
El Espíritu Santo se movió en medio nuestro y se convirtieron muchas personas., cuando los individuos aceptaban al Señor, caían de sus asientos. Muchas almas fueron liberadas al ser tocadas por el poder del Señor. ¡Oh, el gozo y la presencia de Dios que bajaron del cielo! Se predicaba la Palabra de Dios y la gente resultaba liberada.
¡Cuánta hambre de Dios tenía la gente! Querían nacer de nuevo y pedirle a Jesucristo que entrara en el corazón de ellos. El poder de la Palabra de Dios es increíble.
He aquí otro pasaje bíblico en el que me gustaría que usted medite:
(Éxodo 14:19-20)19 Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, 20 e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros.
Hijos de Dios, ¿no saben que Él quiere hacer milagros hoy lo mismo que los hizo ayer? Por alguna razón hemos estado eliminando los beneficios que Dios ha provisto para nosotros. Hemos estado descuidando todas las cosas hermosas de Dios.
Por nuestros países pululan adivinos y toda clase de brujos y de hechiceros. Ellos hablan al hambre que hay en el corazón de la gente. Las personas buscan consejo y dirección para su vida de todas las fuentes.
Sin embargo, les digo que Dios es real y verdadero. Él no quiere que sigamos en pos de los adivinos. No quiere ver en el mundo los males de la brujería y del ocultismo.
Dios habla en su Palabra contra el ocultismo y contra los que buscan a los espíritus familiares:
(Levítico 19:31)31 No os volváis a los encantadores ni a los adivinos; no los consultéis, contaminándoos con ellos.
Yo Jehová vuestro Dios.
Es muy pecaminoso y muy equivocado acudir a los médiums y a los adivinos en busca de ayuda y de orientación. En cambio, los ángeles de Dios son reales y son enviados a ministramos a los que somos herederos de salvación.
(Salmo 91:11)11 Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos.
(Isaías 63:9)9 En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad.
(Daniel 3:28)28 Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entre garon sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que su Dios.
Cuando el Señor Jesús me dió una revelación del infierno, pude ver con mis ojos espirituales que por todas partes del cielo alrededor de mi casa estaba escrita la Palabra de Dios.
Alrededor y afuera de mi casa había una gran concentración de ángeles. Algunos estaban sentados, hablando entre sí. Otro grupo se veía con mucha autoridad y parecía que estaban vigilando. Los ángeles del tercer grupo alrededor de la casa estaban ala con ala con sus espaldas hacia mi casa.
¡Este último grupo se componía de los ángeles de mayor estatura y parecían todos guerreros! Cada uno tenía una espada grande a su costado. Si siquiera una sombra oscura intentaba arrastrarse hacia mi casa, sacaban su espada y defendían a mi familia.
Recuerden que “ espada del Espíritu [ es la palabra de Dios” (Efesios 6:17). La Palabra salía ardiendo e iba contra en el enemigo. Éste terminaba calcinado y convertido en cenizas.
Acudió a mi mente la Escritura: “ malos [ serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies” (Mala quías 4:3).
Ver constantemente la Palabra de Dios en acción me asombraba.
Cuando Dios envió su Palabra, los ángeles libraron de la prisión a Pedro:
(Hechos 12:7-11)
7 Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
8 dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme.
9 Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión.
1 pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma;y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él. 11 Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.
Tenemos muchos pasajes bíblicos en los que ángeles se les aparecieron a hombres. Algunos ejemplos adicionales son:
(Mateo 1:20)
20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
(Números 22:31)
31 Entonces Jehová abrió los ojos de Balaam, y vio al ángel de Jehová que estaba en el camino, y tenía su espada desnuda en su mano. Y Balaam hizo reverencia, y se inclinó sobre su rostro.
(Génesis 32:1)1 Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios.
(Juan 20:12)12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
(Hechos 8:26)
26 Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que descien de de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto.
(Hechos 27:23)
23 Porque esta noche ha estado conmigo [ el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo.
Como cristianos necesitamos comprender cuánta protección tenemos. Debemos entender que Dios lo ha proporcionado todo para nosotros en su Palabra santa. Cuando necesitamos ayuda, podemos ir a Él confiadamente en el momento de necesidad. En el trono de la gracia, en el nombre de Jesucristo, le pedimos ayuda.
Cuando usted y yo pedimos ayuda, El siempre la da. Le encanta ayudarnos conforme guardamos sus mandamientos y lo servimos.
ID muchos días después de mi estancia final
En el infierno estuve desesperadamente enferma. Tenía que dormir con las luces encendidas. Necesitaba la Biblia a mi lado en todo momento y la leía constantemente. Mi alma había sufrido un fuerte impacto. Yo Había experimentado parte de lo que sufren los perdidos cuando van al infierno.
Jesús me decía: “Calla, enmudece” (Marcos 4:39), y la paz inundaba mi alma. No obstante, dentro de pocos minutos volvía yo a gritar, histérica con miedo.
Durante esa etapa, sabía que nunca estaba sola y que Jesús siempre estaba presente. Sin embargo, incluso con ese conocimiento, a veces no podía sentir su presencia. A menudo tenía tanto miedo de tener que volver al infierno que hasta sentía temor de que Jesús estuviera cerca de mí.
Cuando intentaba contarles a los demás acerca de mis experiencias en el infierno, no me escuchaban. Les rogaba: “Por favor, arrepiéntanse de sus pecados antes de que sea demasiado tarde.” Era difícil que ninguno de ellos creyera tanto lo que les contaba del tormento que yo había sufrido, como que Jesús me había dicho que escribiera acerca del infierno.
El Señor me volvió a asegurar de que Él es el Dios que sana. Aunque no quedé convencida de que algún día me recuperaría del todo, sí llegué a sanar paulatinamente por completo.
Y entonces volvió a suceder. De nuevo me hallé junto al Señor Jesús, y nos elevamos a gran altura... hacia el cielo.
Jesús Me dijo: “Quiero mostrarte el amor y la bondad de Dios y porciones del cielo. Deseo que veas las maravillosas obras del Señor, que son tan hermosas de contemplar.”
Un ángel vino a nuestro encuentro y me dijo: “Mira la bondad del Señor tu Dios. Su misericordia permanece para siempre.”
Había tal sensación de amor y ternura alrededor del ángel que yo estaba a punto de llorar cuando de nuevo me habló: “Contempla el poder, fuerza y majes tad de Dios. Déjame mostrarte el lugar que Él ha crea do para los niños.”
De repente, un gran planeta emergió ante noso tros, uno que parecía ser tan grande como la tierra.
(Apocalipsis 21:1-2)1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Lo siguiente que oí fue la voz del Padre que dijo:
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno. El Padre y el Hijo son uno, y el Padre y el Espíritu Santo son uno. Envié a mi Hijo a morir en una cruz para que nadie tenga que perderse.
En breve voy a mostrarte el lugar que he hecho para mis niños. Me interesan en gran manera todos los niños. Me interesa cuando una madre pierde a un hijo, incluso cuando el fruto del vientre es echado antes de su tiempo. Sabes, conozco todas las cosas y sí me interesa.
Desde el momento en que hay vida en el vientre, Yo me entero. Sé de los bebés que son asesinados mientras están todavía dentro del cuerpo de su madre... las vidas abortadas que son desechadas e indeseadas. Sé de las criaturas que nacen muertas y de las que nacen con defectos paralizantes. A partir del momento de su concepción, cada una de ellas es un alma.
Mis ángeles bajan y me traen a los niños cuando mueren. En el cielo se les ama y se convierten en seres perfectos. Les doy cuerpos sanos y restituyo cualquier miembro que hayan perdido. Les doy cuerpos perfeccionados.
Por todo el planeta había una sensación de que uno era amado, un sentido de bienestar perfecto. Todo era perfecto. Aquí y allá en medio de la exuberante hierba verde y de los estanques de agua cristalina y transparente había asientos de mármol y bancos de madera finamente pulida.
Por todas partes que veía, había niños que participaban en toda clase de actividades. Cada niño vestía una túnica nítida blanca y sandalias. Las vestiduras blancas eran tan brillantes que resplandecían con la magnífica luz del planeta. Una profusión de color por todas partes acentuaba la blancura de los trajes de los niños. Los ángeles eran los guardas de la entrada y los nombres de los niños estaban todos escritos en un libro.
Ví a los niños aprender la Palabra de Dios y música, la cual se les enseñaba con un libro dorado. Me sorprendí al ver animales de todo tipo acercárseles a los niños o sentarse junto a ellos mientras estaban en esta escuela angelical.
No había lágrimas ni sufrimiento. Todo era supremamente hermoso. El gozo y la felicidad estaban por todas partes.
Entonces, el ángel me mostró otro planeta que brillaba como una gran luz ante mí. La luz brillaba con el fulgor de un millón de estrellas y todo lo que había en el planeta era hermoso y estaba vivo. En la distancia vi dos montañas de oro puro, mientras que cerca de mí había dos puertas doradas, en las cuales había incrustados diamantes y otras piedras preciosas.
Sabía en mi corazón que ésta era la tierra nueva y que la ciudad que aparecía en todo su esplendor ante mí era la Nueva Jerusalén... la ciudad de Dios tal y como descenderá a la tierra.
Con rapidez yo estaba de regreso mirando la tierra vieja, pero la tierra tal y como estará después de la gran tribulación, aunque antes de que los fuegos finales del Armagedón la limpien finalmente. En esta escena ví también a Jerusalén, la ciudad capital del milenio.
En mi visión, ví a personas venidas de cerca y de lejos que se dirigían a esa ciudad. Allí Jesús era Rey y todas las naciones de la tierra le llevaban regalos y le rendían homenaje. ¡No sólo era Él, de hecho, Rey, sino que también era reconocido como Rey de reyes!
Jesús me dio la interpretación de mi visión y me dio mayor claridad de lo que sucederá entonces:
Pronto Yo regresaré y me llevaré conmigo al cielo primero a los justos muertos. Luego, después de ellos, serán arrebatados para estar conmigo en el aire los que estén vivos y perma nezcan.
Después de eso, el anticristo reinará en la tierra por un tiempo señalado, y habrá tribulaciones tales como jamás las ha habido antes ni nunca las habrá otra vez.
Y entonces regresaré con mis santos y satanás será echado en el abismo, donde permanecerá mil años. Durante esos mil años reinaré en la tierra desde Jerusalén.
Cuando haya pasado el milenio, satanás será liberado por una temporada y lo derrotaré con el brillo de mi venida. La tierra vieja pasará.
He aquí que habrá una tierra nueva y una Nueva Jerusalén que descenderá en ella y rei naré para siempre.
En otra visión ¡ví la venida del Señor! Oí su llamada como sonido de trompeta y voz de arcángel (1 Tesalonicenses 4:16). La tierra entera tembló, y los justos muertos salieron de las tumbas para reunirse con su Señor en el aire.
Por espacio de lo que pareció como horas oí sonar las trompetas. La tierra y el mar entregaron a sus muertos (Apocalipsis 20:13). El Señor Jesucristo estaba encima de las nubes con vestiduras de fuego y con templaba la magnífica escena.
Volví a oír sonido de trompetas. Según miraba, los que estaban vivos y permanecían en la tierra ascendieron para encontrarse con ellos:
(1 Tesalonicenses 4:14-17)
14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.
15 lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
17 nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
Vi a los redimidos, como millones de puntos de luz, converger en un lugar de reunión en el cielo. Allí los ángeles les daban túnicas del más puro blanco. Había gran júbilo.
La responsabilidad de los ángeles es servir, y estaban por todas partes prestando especial atención a los resucitados. A los redimidos se les daba un nuevo cuerpo glorificado y eran transformados según se desplazaban por el aire.
Gran gozo y felicidad llenaban los cielos y los ángeles cantaban: “ al Rey de reyes!”
En esta visión contemplé un enorme cuerpo espiritual a gran altura en los cielos. Era el cuerpo de Cristo que yacía de espaldas mientras gotas de su sangre caían en la tierra. Sabía que esto representaba el cuerpo muerto de nuestro Señor. El cuerpo se agrandó más y más hasta que llenó los cielos. Millones de santos redimidos entraban en él.
Miré con asombro cómo millones subían una escalera hasta el cuerpo y lo llenaban, empezando por los pies y continuando a lo largo de las piernas, los brazos, el estómago, el corazón y la cabeza.
Cuando se llenó, ví que se había llenado con personas de todos los ángulos de la tierra. Con voz fuerte alababan al Señor:
Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. (Apocalipsis 5:9-10)
Se congregaron millones delante del trono y vi a los ángeles traer los libros de los cuales se leyó el juicio. Allí estaba el trono de la gracia y a muchos se les entregaron recompensas.
Entonces, conforme miraba yo con asombro, una oscuridad cubrió la faz de la tierra y huestes de demonios iban por todas partes. Incontables espíritus malos habían sido liberados de su prisión y habían sido derramados en la tierra. Oí otra fuerte voz decir:
(Apocalipsis 12:12)
12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.
Ví a una bestia enfurecida, la cual derramó su ponzoña por toda la tierra. El infierno se sacudía de rabia y de un abismo salían pululando multitudes de criaturas malas para con su vasto número ennegrecer la tierra.
Hombres y mujeres corrían gritando a los montes, las cuevas y las montañas. Y había guerras y hambruna y muerte en la tierra.
Por último ví caballos y carros de fuego en los cielos. La tierra tembló, en tanto que “el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre” (Apocalipsis 6:12).
Un ángel anunció: “ oh tierra, ya viene el Rey!”
Entonces el Rey de reyes y Señor de señores apareció en el cielo. Junto a Él, en esplendor magnífico, estaban los santos de todas las edades, vestidos del más puro blanco. Me acordé de que “todo ojo lo verá” (Apoca lipsis 1:7) y de que “ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará” (Romanos 14:11) que es Señor.
Entonces los ángeles metieron sus hoces y cosecharon el grano maduro (véase Apocalipsis 14:14-19), que es el fin del mundo.
Pensé: “Nos debemos amar unos a otros. Tenemos que ser firmes en la verdad y disciplinar a nuestros hijos a la luz de la pronta venida de Cristo. Porque de se guro... ¡el Rey ya viene!”
Suplica final del Senor “Esten preparados”
Jesús me dijo: “Arrepiéntanse y conviértanse, porque el reino de Dios está cerca. Mi voluntad y mi Palabra se cumplirán. Preparen el camino del Señor.”
Luego declaró:
“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17).
Diles que anden en el Espíritu y que no satisfagan los deseos de la carne (Gálatas 5:16). “No os engañéis; Dios no puede ser burlado:
pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gálatas 6:7-8).
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, falsas enseñanzas, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:19-24).
Jesús continuó:
Cuando la Palabra de Dios se cumpla, en tonces vendrá el fin. Ningún hombre sabe el día o la hora en que el Hijo de Dios volverá a la tierra. Ni siquiera el Hijo lo sabe, porque este es conocido solamente por el Padre.
La Palabra se cumple rápidamente. Vengan como si fueran niñitos y permítanme limpiarlos de las obras de la carne.
Díganme: “Señor Jesús, entra en mi corazón y perdóname mis pecados. Sé que soy Pecador y me arrepiento de mis pecados. Lávame en tu sangre y hazme limpio. He pecado contra el cielo y contra ti y no soy digno de llamarme tu hijo. Te recibo por fe como mi Salvador.”
Les daré pastores conforme a mi propio corazón y seré su Pastor. Ustedes serán mi pueblo y Yo seré su Dios. Lean la Palabra y no dejen de congregarse. Denme su vida entera y los sustentaré. Nunca los dejaré ni los abandonaré.
Amados, de las profundidades de mi corazón he compartido con ustedes muchas de las visiones y revelaciones del cielo que me fueron dadas por la potencia del Dios Todopoderoso. Quiero resumir mis pensamientos expresando cuánto nos ama Dios. Él ha mostrado su cuidado y gran amor enviándonos su poderosa Palabra y concediéndonos revelaciones en estos últimos tiempos.
Hijos queridos, debemos estar dispuestos a tener un encuentro con el Señor. Debemos en todo tiempo esperar su venida. Ustedes y yo conocemos las dificultades, los tiempos y las sazones en los que estamos. No ha habido nunca una era como la presente.
Con todo mi corazón los insto a que estén prepara dos: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Iviateo 25:13). ¡Je sucristo regresará!
¿Recuerdan lo que les conté acerca de los creyentes que ahora están en el cielo? El ángel de Dios me dijo que si vivimos rectamente en Cristo Jesús, nos reuni remos con nuestros seres queridos en las puertas de la gloria cuando lleguemos allá.
¿Están recibiendo este hermoso mensaje en su corazón?
Hablé de los libros y registros que guardan los ángeles. Todo lo que hacemos por la causa de Jesús queda registrado y nuestras recompensas van a ser mucho mayores dentro del cielo de lo que son en la tierra. Los ángeles anotan nuestras acciones.
Muchas veces los evangelistas, los predicadores, los maestros y otros líderes tienen que dejar temporalmente sus casas, hijos y cónyuges para llevar la cruz de Jesucristo. El Señor lo ve y lo sabe todo con respecto a eso.
También sabe de las muchas veces que vamos a algún sitio y no nos tratan como a hijos del Señor. Aveces se nos maltrata, pero aun así somos hijos del Rey.
Con todo, Dios quiere que seamos siervos de los siervos. Quiere que nos sirvamos unos a otros como Él nos ha servido.
Amados hermanos, Dios no nos ha prometido un jardín de rosas. Aunque no nos ha prometido esplendor aquí abajo, podemos tener bendiciones, riquezas, honor y cosas materiales conforme Dios lo permita. No obstante, los podemos tener cuando tomamos nuestra cruz y seguimos a Cristo.
Quiero que estén preparados. Si usted no ha recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador, aún puede convertirse, según las Sagradas Escrituras:
(Juan 3:16)
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
9 Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. (Romanos 10:9-10, 13)
Por favor, haga esta oración ahora mismo:
Padre, en el nombre de Jesucristo, vengo a ti tal como soy. Soy pecador, Señor. He pecado contra ti y contra el cielo. Te pido, Señor Jesús, que me perdones, que entres en mi corazón y que salves mi alma. Déjame nacer de nuevo mediante el Espíritu del Dios vivo.
Te doy mi vida, Señor Jesús. Creo que eres el Hijo de Dios. Creo que eres Jesucristo, el que fue enviado para salvar mi alma del infierno. Te doy gracias, alabanza y honra por redimirme mediante tu preciosa sangre.
Si ha hecho esta oración conmigo y ha creído realmente lo que pidió, usted ha sido salvo ahora. Le ha pedido a Jesucristo que entre en su corazón. Empiece a confesarlo con sus labios y a alabarlo.
¡A Dios sean toda la alabanza y la honra!
Acerca de la autora
Mary Kathryn Baxter nació en Chattanooga, Tennessee, Estados Unidos. Fue criada en la casa de Dios. Mientras era todavía joven, su madre le enseñó acerca de Jesucristo y su salvación.
Kathryn nació de nuevo a la edad de diecinueve años. Después de haber servido al Señor durante varios años, se apartó por un tiempo. El Espíritu del Señor no la dejó tranquila, y ella regresó y le dio su vida de nuevo a Cristo. Todavía lo sirve fielmente.
A mediados de la década de los sesenta Kathryn se trasladó con su familia a Detroit, Michigan, Estados Unidos, donde vivió durante un tiempo. Más tarde se mudó a Belleville, Michigan, donde empezó a tener vi siones de Dios.
Los ministros, los líderes y los creyentes del Señor hablan muy bien de ella y de su ministerio. En todos sus servicios religiosos se hace hincapié en el movimiento del Espíritu Santo y muchos milagros han tenido lugar en ellos. Los dones del Espíritu Santo con de mostraciones de poder se manifiestan en sus reuniones según es dirigida por el Espíritu de Dios. Ella ama al Señor con todo su corazón, mente, alma y fuerzas y desea por encima de todo ser una ganadora de almas para Jesucristo.
Kathryn está casada con Bili Baxter por más de veintiocho años. Tienen cuatro hijos y seis nietos que la apoyan en el ministerio.
Es en verdad una sierva especializada del Señor. Su llamamiento es específicamente en la esfera de sue ños, visiones y revelaciones. Fue ordenada ministra en 1983 en la Iglesia de Dios del Evangelio Completo en Taylor, Michigan. Ahora asiste a la Iglesia de Dios Na cional en Washington, D.C.
En 1976, mientras residía en Belleville, Jesús se le apareció a ella en forma humana, en sueños, en visiones y en revelaciones. Desde entonces ha recibido muchas visitaciones del Señor.,
Durante esas visitaciones,Él le ha indicado las profundidades, grados, niveles y tormentos de las almas perdidas en el infierno. Ella ha recibido también muchas visiones del cielo, de la gran tribulación, y del fin de los tiempos.
Durante una etapa de su vida, Jesús se le apareció cada noche durante cuarenta días. Le reveló los horro res del infierno y la gloria del cielo. Le dijo que este mensaje era para el mundo entero.
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Una Revelacion Divina
del Cielo
por Mary Katherine Baxter